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Muy completo el texto.

Me quedo con esto último: «…todas las guerras son la guerra de Troya, y a todas las causas nobles en nombre de las cuales se libran les importa un bledo»

Y me apunto el libro de Amélie Nothomb para leerlo en un futuro aunque no sea sobre la guerra en sí.

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La cuestión está en que, en teoría, la mentira es la que determina el conflicto y lo mantiene, aunque si lees todo el Arte de la Guerra, te dicen 1) sólo inicia la guerra que sepas (no pienses, sepas) que hay un 100% de probabilidades de ganar y 2) la mejor guerra es aquella en la que no se lucha (es guerra diplomática, comercial, etc. con la que, no es por nada, pero se puede hacer también mucho daño). El problema viene cuando es tu casa, tu ciudad, tu familia, tú mismo, etc. quienes se ven involucrados. Yo no voy a opinar (aunque obviamente, tengo mi opinión). Zweig se suicidó junto con su mujer porque no podían aceptar lo que pasaba. Lo digo para poner en perspectiva también su propia formulación de la realidad.

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¡Que fuerte! Ante la verdad innegable de nuestra naturaleza efímera que más nos queda el aceptar que necesitamos de los mitos que tan inteligentemente se han urdido para prosperar, y al mismo tiempo hay que desafiarlos para no ser una simple pieza más del sistema que inventamos.

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Como siempre un texto muy profundo. Me has hecho pensar muchas cosas.

Primero, he reflexionado hace tiempo sobre la fugacidad de la existencia. Somos tan solo un punto infinitamente pequeño en la línea del tiempo de la humanidad.

Segundo, somos insignificantes, pero a la vez tenemos tanto significado. Las experiencias comunes del día a día son lo que nos hacen humano, pero son suficientemente irrelevantes para lo colectivo como humanidad.

Tercero, no se si tengo una opinión sobre la guerra. Te presentan a los grandes generales como personajes muy inteligentes, estrategas. Pero yo solo puedo pensar lo contrario. Una persona desconectado de las emociones, de la empatía hacia los suyos y los enemigos, me suena poco inteligente.

Cuarto, se que eres más de libros, pero no pude dejar de pensar en el mensaje de Attack on Titan, un anime que habla sobre la guerra, y como los conflictos de nuestros antepasados nos siguen hasta la fecha. Guerras que empezaron hace décadas que el día de hoy no sabemos ni por qué comenzaron en un principio.

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Gracias, Christopher; me alegro de que el texto te haya suscitado tantas preguntas e ideas.

En efecto, creo que entender (y aceptar) nuestra insignificancia nos da herramientas para superar el miedo al vacío existencial. Caer en el nihilismo no conduce a nada, desde mi punto de vista; por eso es importante contextualizar nuestro papel en el mundo, para así comprender qué podemos hacer y cómo actuar ante determinadas circunstancias, negativas o no.

Muchas gracias por compartir y comentar. Un saludo.

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Relativizarnos es un ejercicio tan necesario como impracticado. Usando la expresión clásica, “sub specie aeternitatis”, bajo la perspectiva de la eternidad, efectivamente no somos nada. La historia también nos ubica en un insignificante rincón. Pero particularmente la geológica, para quien solo somos un pequeño parpadeo. La vida entera, incluso, apenas es capaz de ocupar una estrechísima capa superficial de la Tierra. Parece que somos una frágil excepción en este vasto, desconocido e inhóspito universo.

El problema de necesitar un sentido para nuestra existencia es que, con mucha frecuencia, nos damos mucha más importancia de la que probablemente tenemos. Y conviene recordarlo proactivamente para estar mejor preparados para cuando tengamos que constatarlo a la fuerza, ya sea en la guerra, o en un evento mucho más cotidiano, aunque no por eso deja de ser tabú en nuestros tiempos: la muerte. Esa caducidad es la que recurrentemente nos recuerda la futilidad de nuestra vida. Es en los tanatorios donde, no por casualidad, más se repite el “no somos nadie”.

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Excelente apunte, Javier. Spinoza planteaba esa posición, en efecto, para situar el pensamiento humano bajo (dentro de) la perspectiva de una mirada eterna, que nada sabe de nuestra «duración» en tanto seres mortales. La filosofía, una vez más, y aun siendo una disciplina poco apreciada hoy día, nos ha brindado muchas pistas sobre esa posición que ocupamos dentro del universo y, en menor medida, cómo afrontarla sin caer en el desánimo.

Como comentaba con Jaime, y tú recuerdas, lo más difícil es situarnos dentro de un mundo que nos evidencia la insignificancia de lo que somos en realidad, pero que —socialmente, al menos— también nos empuja a sentirnos únicos y omnipotentes.

Sin caer en la desesperación ni recurrir a circunstancias extremas (dolor, guerra, muerte), lo cierto es que el día a día ya nos proporciona pruebas de nuestra pequeñez. Mi aspiración, que espero haber reflejado en el artículo, es que entendamos que ser granos de arena en una gigantesca playa no resta ni un ápice a la grandeza a la que podemos aspirar, aunque siempre desde la humildad de sabernos minúsculos en comparación con la naturaleza.

Muchas gracias por aportar esta visión filosófica al asunto, Javier. Un abrazo.

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Madre mía, Emi. Cada vez que te leo, mis pensamientos e ideas se revolucionan.

Me encanta tu reflexión profunda y existencialista sobre nuestra naturaleza humana y nuestra posición en el vasto universo. Me maravilla cómo lo has resumido: «Somos nada». Es perfecto. Es casi una meditación lírica y filosófica sobre la condición humana.

El ser humano sufre de una amnesia galopante respecto a nuestra propia vulnerabilidad frente a un universo impredecible y hostil. En mi humilde opinión, esto se debe a que en estos tiempos modernos tendemos, como sociedad, a encapsular y acotar en parcelas aquellas cosas que nos incomodan, que nos dan miedo, que no nos gustan o que podrían borrarnos del mapa. Vivimos en un continuo bienestar, una zona de confort que quizá sí nos hayamos ganado debido a nuestra resiliencia, fortaleza y aspiración a la grandeza. Pero hemos olvidado de dónde venimos. Tendemos a olvidar nuestra historia, y eso es lo peor que puede pasarnos.

Como seres humanos, y no sólo a nivel colectivo, deberíamos reflexionar más sobre nuestra verdadera posición en el universo y sobre la impermanencia de nuestras conquistas y certidumbres.

Es un placer leerte, siempre.

Gracias por estar. ❤️

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Sisisisi Emi vaya revulsivo!!!

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Gracias a ti por tus interesantes reflexiones, Jaime. Todo esto es una idea que me vino a la cabeza tras meses de leer noticias sobre la situación internacional: parece que las guerras, algo que en abstracto todos damos por superado, se adueñan del orden global y se convierten, por la «mágica» acción de los medios, en algo superfluo, ordinario. Cuando leí esas líneas de Zweig (que fue testigo de muchos horrores) sentí que había algo que decir al respecto —por corto que me haya quedado—.

Creo que el mal, en sus diferentes facetas y manifestaciones, nos sitúa ante esa vulnerabilidad de la que hablas. Y en lugar de señalarlo y enfrentarlo, lo acomodamos o lo arrumbamos, como si escondiendo el polvo bajo la alfombra nos pudiésemos librar de él.

El ser humano, como bien apuntas, tiende a olvidar fácilmente (lo cual parece un hecho insoslayable de nuestra naturaleza), pero ese olvido tiene unas consecuencias nefastas, no solo a nivel global/social, sino incluso a nivel personal. Perdemos referentes morales, asideros emocionales a los que aferrarnos en tiempos de dolor, y sin anclas que arrojar no hay embarcación que amarre convenientemente.

En fin, es un tema tan vasto que seguro que vuelve a aparecer por aquí, así que habrá ocasión de departir de nuevo. Muchas gracias por pasarte y comentar, Jaime. Un abrazo.

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A veces necesitamos episodios en nuestras vidas que nos supongan un «toque de atención» y nos hagan poner los pies en la tierra. No me cabe duda.

Por cerrar con una experiencia que algo tiene que ver con lo que expresas en tu carta y en tu respuesta a mi comentario, te cuento: Yo vivo en la isla de Tenerife. Aquí tenemos a nuestro «padre Teide», un volcán que se levanta a casi los 4 kilómetros de altura sobre el nivel del mar. Muchas veces hablo con amigos qué pasaría con nuestras vidas el día que el volcán decida explotar. Estamos en una isla. Aquí la única forma de salvarse de algo catastrófico (si las cosas se ponen feas) es coger un avión o un barco. Y a veces en conversaciones, cuando lo ponemos en perspectiva, muchas dudas y miedos surgen como setas por todas partes. Por desgracia, lo vivimos de cerca con amigos y familiares cuando erupcionó el volcán en la isla de La Palma. Muchos perdieron sus casas y todo lo que tenían, de la noche a la mañana. Y de lo vivido en esos días muchos han aprendido una gran lección: «no somos nadie, quizá hoy estamos y mañana ya no». Pero, lamentablemente, algo malo nos ha de suceder para darse uno cuenta de lo insignificantes que en realidad somos comparados con la Naturaleza (ya no digo el Universo).

Un abrazo. 🤗

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Jul 9
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Ojalá no, Daniel, ojalá no. Pero nunca está de más tener en cuenta la visión de Zweig al respecto y repensar nuestra relación con los otros y el mundo.

Muchas gracias por pasarte. Me alegro de que el artículo te haya gustado y dado que pensar.

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