Discusión sobre este post

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Avatar de Jaime Blanco

Madre mía, Emi. Cada vez que te leo, mis pensamientos e ideas se revolucionan.

Me encanta tu reflexión profunda y existencialista sobre nuestra naturaleza humana y nuestra posición en el vasto universo. Me maravilla cómo lo has resumido: «Somos nada». Es perfecto. Es casi una meditación lírica y filosófica sobre la condición humana.

El ser humano sufre de una amnesia galopante respecto a nuestra propia vulnerabilidad frente a un universo impredecible y hostil. En mi humilde opinión, esto se debe a que en estos tiempos modernos tendemos, como sociedad, a encapsular y acotar en parcelas aquellas cosas que nos incomodan, que nos dan miedo, que no nos gustan o que podrían borrarnos del mapa. Vivimos en un continuo bienestar, una zona de confort que quizá sí nos hayamos ganado debido a nuestra resiliencia, fortaleza y aspiración a la grandeza. Pero hemos olvidado de dónde venimos. Tendemos a olvidar nuestra historia, y eso es lo peor que puede pasarnos.

Como seres humanos, y no sólo a nivel colectivo, deberíamos reflexionar más sobre nuestra verdadera posición en el universo y sobre la impermanencia de nuestras conquistas y certidumbres.

Es un placer leerte, siempre.

Gracias por estar. ❤️

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Avatar de Javier Jurado

Relativizarnos es un ejercicio tan necesario como impracticado. Usando la expresión clásica, “sub specie aeternitatis”, bajo la perspectiva de la eternidad, efectivamente no somos nada. La historia también nos ubica en un insignificante rincón. Pero particularmente la geológica, para quien solo somos un pequeño parpadeo. La vida entera, incluso, apenas es capaz de ocupar una estrechísima capa superficial de la Tierra. Parece que somos una frágil excepción en este vasto, desconocido e inhóspito universo.

El problema de necesitar un sentido para nuestra existencia es que, con mucha frecuencia, nos damos mucha más importancia de la que probablemente tenemos. Y conviene recordarlo proactivamente para estar mejor preparados para cuando tengamos que constatarlo a la fuerza, ya sea en la guerra, o en un evento mucho más cotidiano, aunque no por eso deja de ser tabú en nuestros tiempos: la muerte. Esa caducidad es la que recurrentemente nos recuerda la futilidad de nuestra vida. Es en los tanatorios donde, no por casualidad, más se repite el “no somos nadie”.

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