El encuentro con la muerte, narrado con la minuciosidad de quien observa a través de un cristal empañado, nos enfrenta a la siguiente paradoja: cuanto más cerca se está de ella, más se aferra uno a la vida. En tu testimonio no hay estrépito, ni epifanías deslumbrantes ni grandes revelaciones sino una silenciosa intimidad con la caducidad, una contemplación que destila lo cotidiano hasta su más pura esencia. No es el terror lo que domina aquí, sino la extrañeza de reconocer un rostro que, de algún modo, ya se intuía.
Curiosamente, este enfoque dialoga con otra manera de abordar la muerte sobre la que reflexiono en La arquitectura de la ausencia. En mi reflexión, cuestiono la obsesión de los vivos por darle un contorno material, por encerrarla en mármol y epitafios, por domesticarla con símbolos. Mientras que allí se evidencia la imposibilidad de poseer la muerte, en tu texto se la enfrenta en su evanescencia pura, en su roce inesperado. Y, sin embargo, ambos coinciden en que la muerte no se deja atrapar: no es ni arquitectura ni epifanía, ni piedra ni fulgor. Es solo la sombra de lo que nos falta, aquello que, al rozarnos, nos obliga a mirar la vida con una claridad renovada.
Pero quizás lo más bello de tu texto es su resolución: la muerte es un catalizador del recuerdo y la presencia. Como un negativo fotográfico que revela su imagen sólo en la química de la exposición, la cercanía de la muerte permite redescubrir lo esencial. Y así, el acto final no es una capitulación ante la oscuridad, sino una afirmación: tras cruzarme con la muerte, elijo la vida.
Gracias, Emi. Creo que tu texto, más que hablar de la muerte, nos enseña a vivir.
Gracias por unas reflexiones tan interesantes, Chus.
En efecto, parece que «enjaulamos» la muerte en espacios cerrados, acotados, segregados, como si el alejamiento físico supusiese una victoria. Más allá de un lógico rechazo (pienso que casi inmanente en el ser humano), ese apartamiento solo provoca que abdiquemos de establecer un diálogo constructivo sobre/con la muerte. Si bien no es algo deseable, lógicamente, creo que su confrontación reflexiva brinda ocasión de mirar la vida con lucidez, con juicio. Más allá de los consejos buenistas, toda la historia del pensamiento filosófico humano nos debería haber enseñado que la relación que mantenemos con la muerte es, en esencia, la piedra de toque para valorar la vida.
Espectacular, Emi. Me has dejado sin palabras. Bellísimo. Me ha llevado a Tagore: La muerte no es apagar la luz es apagar la lámpara porque ha llegado el amanecer.
Muchas gracias, Amancio. Más allá de considerar la posibilidad de un amanecer (que guarda relación con la fe, tema que daría para innumerables newsletters…), pienso que lo importante es apreciar la claridad que proporciona esa lámpara.
Estoy de acuerdo. Mientras dura, hay que valorar la calidad de la luz que emite la lámpara. Tagore es creyente y piensa en el amanecer, pero lo que valoro es la forma de abordar el asunto para quitar hierro a un tema tan controvertido y que genera tanto rechazo irracional.
Mil gracias, Jaime; me resulta un placer (de corazón) que los textos te gusten.
Y sí, hablamos poco de la muerte (con cierta lógica, supongo), pero lo que considero importante es, sobre todo, que la «pensemos», porque solo a través de la reflexión podemos apreciar el sentido que ofrece (o, al menos, el que cada uno pueda extraer merced a sus conocimientos y recursos).
¡Bellísimo escrito! Qué más podría decir. De comentario solo comparto este artículo sobre Rhee Hun Koo, que se aviene muy bien a tu texto https://www.telva.com/bienestar/psicologia/2025/03/13/67d2aafb01a2f1a4a08b45b8.html
Siguiendo esta idea de una consideración otra de la muerte, hay un precioso libro de Wolf Erlbruch publicado por Bárbara Fiore https://www.barbarafioreeditora.com/buscar/resultados/80efd5dac14582ca650e82b36df035d9/ y un vídeo en Youtube con el libro completo https://www.youtube.com/watch?v=MeET1C5Da_Q&t=16s.
Gracias por recordarnos que hay que tener esto presente 🤍 Se nos olvida a cada rato.
Bueno, el olvido puede ser la mejor receta en algunos casos (obsesionarse, lógicamente, tampoco es nada bueno).
Pero sí, es importante reflexionar sobre aquello que tememos para afianzarnos en nuestra humanidad.
Una muerte no funesta, compañera, pero no por eso menos digna de causar temor.
Una muerte ex-sistente, pero disimulada entre el ropero, compasiva hasta que llegue su inevitable último acto.
Me hiciste recordar a un video que vi en estos días del futbolista Luis Enrique, hablando de la hija que perdió. Admirable.
De todas formas, y ante este encuentro, no me asomaría por Samara en los próximos días, Maese Emi. La superstición nunca está demás, digamos todo.
Si el hombre no va a Samara, tal vez Samara acuda a buscar al hombre…
Hay que mantener a la Parca ocupada 🙌🏻🤣
El encuentro con la muerte, narrado con la minuciosidad de quien observa a través de un cristal empañado, nos enfrenta a la siguiente paradoja: cuanto más cerca se está de ella, más se aferra uno a la vida. En tu testimonio no hay estrépito, ni epifanías deslumbrantes ni grandes revelaciones sino una silenciosa intimidad con la caducidad, una contemplación que destila lo cotidiano hasta su más pura esencia. No es el terror lo que domina aquí, sino la extrañeza de reconocer un rostro que, de algún modo, ya se intuía.
Curiosamente, este enfoque dialoga con otra manera de abordar la muerte sobre la que reflexiono en La arquitectura de la ausencia. En mi reflexión, cuestiono la obsesión de los vivos por darle un contorno material, por encerrarla en mármol y epitafios, por domesticarla con símbolos. Mientras que allí se evidencia la imposibilidad de poseer la muerte, en tu texto se la enfrenta en su evanescencia pura, en su roce inesperado. Y, sin embargo, ambos coinciden en que la muerte no se deja atrapar: no es ni arquitectura ni epifanía, ni piedra ni fulgor. Es solo la sombra de lo que nos falta, aquello que, al rozarnos, nos obliga a mirar la vida con una claridad renovada.
Pero quizás lo más bello de tu texto es su resolución: la muerte es un catalizador del recuerdo y la presencia. Como un negativo fotográfico que revela su imagen sólo en la química de la exposición, la cercanía de la muerte permite redescubrir lo esencial. Y así, el acto final no es una capitulación ante la oscuridad, sino una afirmación: tras cruzarme con la muerte, elijo la vida.
Gracias, Emi. Creo que tu texto, más que hablar de la muerte, nos enseña a vivir.
Gracias por unas reflexiones tan interesantes, Chus.
En efecto, parece que «enjaulamos» la muerte en espacios cerrados, acotados, segregados, como si el alejamiento físico supusiese una victoria. Más allá de un lógico rechazo (pienso que casi inmanente en el ser humano), ese apartamiento solo provoca que abdiquemos de establecer un diálogo constructivo sobre/con la muerte. Si bien no es algo deseable, lógicamente, creo que su confrontación reflexiva brinda ocasión de mirar la vida con lucidez, con juicio. Más allá de los consejos buenistas, toda la historia del pensamiento filosófico humano nos debería haber enseñado que la relación que mantenemos con la muerte es, en esencia, la piedra de toque para valorar la vida.
Espectacular, Emi. Me has dejado sin palabras. Bellísimo. Me ha llevado a Tagore: La muerte no es apagar la luz es apagar la lámpara porque ha llegado el amanecer.
Muchas gracias, Amancio. Más allá de considerar la posibilidad de un amanecer (que guarda relación con la fe, tema que daría para innumerables newsletters…), pienso que lo importante es apreciar la claridad que proporciona esa lámpara.
Estoy de acuerdo. Mientras dura, hay que valorar la calidad de la luz que emite la lámpara. Tagore es creyente y piensa en el amanecer, pero lo que valoro es la forma de abordar el asunto para quitar hierro a un tema tan controvertido y que genera tanto rechazo irracional.
Madre del amor, qué frase más preciosa... no la conocía! 😳 Gracias por compartirla, Amancio. 🙏
Es que Tagore es mucho Tagore :-)
Ya, ya... voy a tener que leerle!
¡Cómo! ¿No lo ha leído aún? ¡Qué jóvenes sois! :-)
Jaja..! No tanto, no… Pero sólo he leído un poemario suyo, y hace mucho tiempo… habrá que empaparse más de su obra. 😊
Qué bonito texto Emi. Precioso, poético, embriagador. Me he quedado sin palabras ante tal despliegue. Admiro tu escritura. Gracias. 👏👏
Qué poco hablamos de la muerte, y qué importancia tiene. Vivimos alejados de ella…
Mil gracias, Jaime; me resulta un placer (de corazón) que los textos te gusten.
Y sí, hablamos poco de la muerte (con cierta lógica, supongo), pero lo que considero importante es, sobre todo, que la «pensemos», porque solo a través de la reflexión podemos apreciar el sentido que ofrece (o, al menos, el que cada uno pueda extraer merced a sus conocimientos y recursos).