13 Comentarios
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Avatar de Maica70

Interesante planteamiento. El tema da para mucho. Vigain és una de las escritoras actuales con quien más conecto.

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Avatar de Emi

Como escritora (en lo técnico, por así decir) no me gusta demasiado, pero tiene la virtud de sacar a colación temas muy interesantes sobre los que aporta puntos de vista alejados de lo convencional (como es el caso de «Basado en hechos reales», por ejemplo).

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Avatar de Mariana

Y es que agregaría que se está incluso educando para no tener privacidad, "compartes tu ubicación, historial y los segundos que tardas en ver una imagen", debes "generar tu marca personal", y relatar historias intímas para generar "adhesión y seguidores" aunque no te dediques a las redes sociales. Hace poco comentaba justo con alguien que antes para ser popular se mostraba piel y ahora sentimientos. Y sobre ambos mi postura es la de las abuelas "hay que guardarse algo".

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Avatar de Emi

Estoy de acuerdo con ese «guardarse algo», Mariana. Me parece que una parte de nosotros necesita definirse de acuerdo con lo que callamos, con lo que atesoramos, con lo que solo concedemos a unos pocos, tal vez a uno solo. De otra forma, la peculiaridad con la que se nos dota pierde una parte de su significación.

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Avatar de amancio delgado álvarez

Yo lo entendería como un síntoma de la crisis de identidad de esta época. Crisis de identidad basada en una mala interpretación de la naturaleza humana. Una identidad "privada" que impuso el capitalismo con su defensa de la "Sociedad Anónima" que hace aguas. Me viene a la cabeza el último episodio de "Silicon Valley": se decide abandonar la publicación del último sistema operativo que se cargaría el sistema porque desbloquearía todos los códigos de seguridad, todo pasaría a ser público. Y eso, hasta los más rompedores reconocen que sería desastroso. La pregunta sería ¿sería realmente tan nefasto que asumiésemos que la realidad "privada" no es más que la máscara que nos concedemos para evitar ingerencias indeseadas del público, del "otro" en último término? Personalmente me resulta más atractivo pensar que la naturaleza del Yo es más dual de lo que tendemos a pensar, que el Yo es siempre medio yo y medio público, y si bien la parte íntima nos pertenece en puridad, ni nosotros mismos alcanzamos a distinguirla si no es con la ayuda del otro público.

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Avatar de Emi

Quizá la crisis de identidad no es tan moderna como podamos pensar, ya que la exposición pública ha significado siempre un desafío a las convenciones sociales reinantes en cada época.

Desde mi punto de vista, los conceptos de público y privado tienen diferentes significados si se aplican a la esfera social o a la individual. Es en esta última donde tiene sentido atesorar determinados elementos como íntimos, en tanto no tienen interés para los demás, y además constituyen (por el propio hecho de ser «secretos») un rasgo de personalidad insustituible.

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Avatar de CarolinaIsaacsAbril

Muy interesante el planteamiento… Cómo molaría una charla en abierto…

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Avatar de Emi

Seguro que ya la hay, e impartida por alguien con muchos más conocimientos que el que suscribe. Gracias, Carolina.

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Avatar de CarolinaIsaacsAbril

Puede que no sea eso.

Puede ser algo que a mí me molaría explorar descubriendo distintas perspectivas. Requiere de un aprendizaje pausado y con tiempos.

Las gracias a ti!

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Avatar de Miguel García Álvarez

Muy interesante esto que traes hoy, Emi.

Mi esquema de cómo se establece "lo público" y "lo privado" siempre ha sido algo distinto a esto. La idea de tener únicamente dos esferas en la que nos mostramos siempre me ha parecido, de algún modo, muy simplista. Interesante para hablar sobre determinados temas, pero cuando se ahonda un poco los pilares no creo que se sostengan. Para mí, esa idea de lo público, en el sentido de lo que ponemos a disposición de cualquiera, no es más que una ventana de lo que queremos que el resto perciba de nosotros (voluntaria o involuntariamente, verdadera o falsamente).

Después de esa ventana genérica, existen muchas otras ventanas / esferas intermedias en la que nos mostramos de otro modo, como puede ser el trabajo, la familia, los amigos o la pareja, nadie se muestra por igual en todos estos contextos, y elegimos muy cuidadosamente cómo nos exponemos en cada uno (de nuevo, voluntaria o involuntariamente, verdadera o falsamente). Y es más, yo defiendo que esto también sigue siendo una simplificación, ya que cada relación humana es inherentemente única. Nos mostramos distintos con cada combinación de personas con las que interactuemos.

Tras la tangente, y volviendo a tu texto, yo no creo que estemos exponiendo nuestra esfera privada como tal, sino que estamos voluntariamente mostrando una versión de nuestro ser que, en apariencia, es menos hermética, pero que de algún modo no deja de ser una performance. Lo que una mayoría expone en esa ventana pública, no es más que una versión impostada de lo que puede ser su vida privada. En algunos casos contendrá algo de valor que nos acercará a ellos (y nos animará a intentar llegar a otras esferas más cercanas), pero en muchos, a mí, me resulta de lo más irrelevante.

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Avatar de Emi

Es muy interesante esa concepción de los múltiples ámbitos de lo público y lo privado, Miguel.

Por una parte, me parece viable dividir esas dos esferas en un —gran— número de subelementos que se centran en parcelas muy concretas de la personalidad y la experiencia. Obviamente, como bien apuntas, las relaciones sociales conforman y moldean (necesariamente, creo yo) esos subelementos, de manera que mostremos unos u otros en función de una serie de factores: jerárquicos, íntimos, profesionales, etc.

Por otra, no obstante, me parece que sí es pertinente una división genérica que designe un territorio amplio en el que circunscribir las distintas dimensiones de nuestra personalidad. Lo público se entiende como tal en virtud de los elementos que forman nuestro yo «externo«, por así decir, dando por sentado que existen gradaciones de acuerdo con las relaciones que establecemos, como decía antes. De igual forma, lo privado es también un cúmulo de elementos que solemos reservar por otros tantos condicionantes. En tanto seres sociales, más o menos podemos constatar que existe un reconocimiento de los elementos que entran en una u otra categoría, incluso cuando son mutables y objeto de discusión.

Dicho todo esto, estoy de acuerdo en que los elementos íntimos que se exponen tienen un componente ficcional, artístico, puesto que son cuidadosamente manipulados para suscitar ciertas reacciones. Pero, desde mi punto de vista, eso no les arrebata su condición de rasgos privados, por lo que su exposición (voluntaria o no) significa una ruptura con la habitual distinción que nos marcamos a la hora de relacionarnos en sociedad. Aunque sea una decisión propia, ese deslizamiento está siendo —ha sido, cabría decir, puesto que parece consumado— una redefinición de ambos conceptos, especialmente porque los dota de una cualidad venal que destruye cualquier tipo de consideración comportamental.

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Avatar de Chus Recio

Tu artículo propone una lectura inquietante y, al mismo tiempo, lúcida sobre la transformación de la intimidad en nuestra época. Lejos de concebirla como una esfera reservada, inviolable o esencialmente privada, se nos invita a pensar la intimidad como un dispositivo narrativo más, como un accesorio del yo público que construimos con esmero y estrategia. Ya no se trata, pues, de una pérdida inconsciente de lo íntimo, sino de una transacción deliberada: entregamos retazos de nuestra vida privada para dotar de profundidad o atractivo al relato que exponemos ante los demás.

Lo fascinante —y perturbador— de esta idea no es sólo que lo íntimo se haya vuelto visible, sino que ha sido convertido en recurso. Es decir, hemos asumido que mostrar nuestras heridas, nuestras peculiaridades, nuestros momentos de fragilidad o de ternura no es un acto de revelación espontánea, sino una técnica de diferenciación. En este momento de la historia. marcado por la sobreexposición y el exceso de voces, la intimidad se convierte en un valor de mercado, en una ventaja competitiva dentro del espectáculo de lo cotidiano.

Este desplazamiento convierte lo privado en materia prima para la autopromoción. La autenticidad ya no es un valor en sí, sino un efecto que conviene producir. Como sugiere tu artículo, no hemos sido absorbidos por la lógica de la visibilidad, sino que participamos activamente en su expansión. No confundimos lo público y lo privado: más bien, diseñamos nuestra intimidad para que funcione dentro de las reglas del escaparate.

Resulta reveladora la cita final de Delphine de Vigan: “cada cual se había convertido en el administrador de su propia exhibición”. En esa administración se inscribe una nueva forma de soledad: estamos rodeados de relatos, pero faltos de escucha; saturados de imágenes, pero carentes de miradas verdaderas. Porque, cuando todo se muestra para ser consumido, ¿qué queda para ser compartido?

Y es que quizás lo más radical, lo más íntimo que aún podríamos ofrecer al otro, no sea aquello que publicamos, sino aquello que elegimos guardar.

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Avatar de Emi

En efecto, Chus, creo que al convertir la intimidad en una mercancía, la despojamos de su valor «individualizador» y sustraemos los elementos personales: solo queda una carcasa que, en lugar de definirnos (distinguirnos del resto), nos iguala y subsume en una masa indiferenciada.

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