Emi, como siempre, es un placer leer tus artículos. La formación, la curiosidad, el saber, dices, es la misma cosa. A mí me pasa que cada vez quiero saber más, y más, mi sed de saber no se sacia. Y ha sido así desde que tengo uso de razón. Recuerdo escribir sobre este tema a la temprana edad de dieciséis años. Llega a generarme ansiedad, no como si estuviera en un desierto y no tuviera nada para beber, sino todo lo contrario. Creo que mi ansiedad viene de estar rodeada de tantos, tantísimos, temas que me interesan y quiero conocer, aprender, saber.
El otro día me preguntaron "Tú que lees tanto ¿te acuerdas algo de lo que lees?" y tuve que confesar que no siempre recuerdo todo, que a veces nada. He llegado a leer un libro o ver una película por segunda vez y darme cuenta que ya lo había leído o visto alrededor de la mitad o más.
A veces me agobia esta ansia de aprender por el simple hecho de hacerlo pero siento tal placer en ello, en satisfacer mi curiosidad infinita, que me olvido del mundo, del que dirán y me entrego al aprendizaje y sacio mi sed a diario.
Me alegro de que te haya gustado, Romina. Yo también encuentro el placer en cultivar esa curiosidad sin un propósito; a veces, como te ha ocurrido a ti, no recuerdo bien algunas cosas, pero no me importa repetir el proceso porque encuentro gratificante el camino andado.
Me parece importante separar la «necesidad» de aprender (muchas veces impuesta con fines concretos que no tienen nada que ver con nuestras expectativas) del «gusto» por aprender (mucho más personal y deleitoso).
Siento que en cierto modo hemos pervertido la curiosidad. La hemos pasado por el filtro de la productividad y durante el proceso la hemos despojado de todo el atractivo. Hemos convertido el aprendizaje en una herramienta práctica e incluso en una forma de estatus. El otro día un amigo me decía que le gustaría poder tener el conocimiento de los libros sin tener que pasar por el proceso de lectura y aprendizaje. No lo culpo, yo también me siento tentado por querer saber más con menos esfuerzo, pero nos hemos olvidado de la belleza de aprender por el simple placer de satisfacer la curiosidad.
También yo leí hace poco algo parecido en una red social; parece como que el aprendizaje ha quedado en un segundo plano (y mal visto, además) frente al conocimiento «innato». En realidad, si lo pensamos detenidamente todos podemos llegar a la conclusión de que el segundo no puede alcanzarse sin el primero, pero el esfuerzo que requiere nos frustra incluso antes de empezar.
Lo cual es una lástima, debo añadir, porque, como bien señalas, el placer de aprender siempre está ahí, al alcance de cualquiera, y si nos limitásemos a disfrutarlo y no a instrumentalizarlo es posible que nuestra curiosidad se viese más satisfecha.
Este es un tema inabarcable, así que seguro que tendremos oportunidad de seguir comentándolo en un futuro. Gracias, Alex, por aportar tu granito de arena. Un saludo.
Aun siendo ateo, siempre me pareció interesante que en el relato de las religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islam), de hecho, es lo que nos hizo humanos (al comer Eva del árbol del conocimiento).
Me gusta tu planteamiento de la formación como un proceso constante e incierto, sin objetivo ni finalidad (preestablecidos).
Gracias, Daniel. De hecho, las versiones religiosas que, a menudo, asocian la curiosidad con ese componente humano frágil o malsano son muy interesantes, porque quizá ponen la primera piedra del discurso de dominación que prefiere a la masa ignorante —hasta cierto punto— en favor de una élite que atesora el conocimiento.
En todo caso, la formación y el aprendizaje como camino, no como meta, es uno de mis mantras preferidos, como ya sabéis los sufridores que me seguís.
Opino lo mismo, Emi. Por eso no hay que dejar de ser conscientes que nuestra realidad moderna, de tener acceso a información, a libros, a educación, etc., con todas las limitaciones y restricciones que persisten, igualmente son una mejor condición de hace no tantos años atrás. En Chile tuvimos una dictadura militar por casi 20 años (1973-1990) que redujo la educación al mínimo viable, y antes de eso teníamos una población mayoritariamente rural y analfabeta.
Como bien comentas, ciertamente el conocimiento ha tenido ese carácter elitista y cerrado en todas partes, y la curiosidad, “guiada” por otros hacia lo que ellos consideran razonable y deseable.
Creo que "la curiosidad mató al gato" se dice más por el cotilleo que por la curiosidad. Al fin y al cabo, el cotilleo se basa en el morbo y en ese intento de juzgar vidas ajenas, mientras que la curiosidad, desde un punto de vista estricto, es más ese preguntar "por qué" de los niños. Nunca se cansan de hacerlo y a una respuesta de un adulto siempre insisten en preguntar por qué. Quieren saber la razón por la que algo pasa y sólo una respuesta del adulto señalando su ignorancia sobre el enésimo por qué, parará, por el momento, su insistencia... hasta que descubran otra cuestión que llame su interés. También están los más peligrosos para su propia integridad: los que investigan por su cuenta (por ejemplo, metiendo horquillas de moño en enchufes para ver qué es la electricidad...).
Los mayores, que no tenemos en muchos casos un "adulto" que nos ilumine, leemos libros, vamos a conferencias o vemos documentales, pero esencialmente seguimos haciéndonos preguntas. Evidentemente no todos, pero no todos los niños son igual de curiosos ni de investigadores.
Ese es el quid de la cuestión desde mi punto de vista, Mercedes: hacerse preguntas es una condición que considero inherente al ser humano, por lo que dejar a un lado esa curiosidad es solo el primer paso para conocernos menos y peor. El interés lleva a un entendimiento algo más complejo de las interioridades, tanto personales como externas, y de ahí podemos formarnos una idea un poquito más certera del espacio que nos rodea.
Es cierto que no todos los niños (como los adultos) son curiosos, pero es importante recordar esa alegría del descubrimiento, ese afán por querer saberlo «todo» que nos caracteriza en nuestra primera etapa de la vida.
Muy atingente tu reflexión, Mercedes. Efectivamente también creo, al igual como Emi escribe, que la curiosidad es imparable. Lo es porque el mundo después de satisfacer la curiosidad es distinto. Cómo buscamos satisfacerla es distinta según maduramos, como bien dices.
En los últimos años, he estado en un debate de si debería volverme a inscribir a la Universidad y perseguir una carrera completamente diferente. No lo he hecho porque no quiero regresar a la rutina de clases, ensayos académicos y exámenes; al mismo tiempo que tengo un trabajo de tiempo completo. Pero la realidad es que el tema me atrae y siempre termino leyendo libros al respecto.
Estoy llegando a la conclusión que me gusta aprender por el hecho de aprender y no por la necesidad de tener una credencial que lo valide.
Lo que me queda claro es que es importante mantener viva nuestra curiosidad, es esencial para nuestro crecimiento.
Creo que las dos cosas van intrínsecamente unidas. Lo importante es descubrirlo y dedicarle tiempo a esa desarrollo mediante el disfrute de aprender.
Gracias por pasarte, Beatriz.
Emi, como siempre, es un placer leer tus artículos. La formación, la curiosidad, el saber, dices, es la misma cosa. A mí me pasa que cada vez quiero saber más, y más, mi sed de saber no se sacia. Y ha sido así desde que tengo uso de razón. Recuerdo escribir sobre este tema a la temprana edad de dieciséis años. Llega a generarme ansiedad, no como si estuviera en un desierto y no tuviera nada para beber, sino todo lo contrario. Creo que mi ansiedad viene de estar rodeada de tantos, tantísimos, temas que me interesan y quiero conocer, aprender, saber.
El otro día me preguntaron "Tú que lees tanto ¿te acuerdas algo de lo que lees?" y tuve que confesar que no siempre recuerdo todo, que a veces nada. He llegado a leer un libro o ver una película por segunda vez y darme cuenta que ya lo había leído o visto alrededor de la mitad o más.
A veces me agobia esta ansia de aprender por el simple hecho de hacerlo pero siento tal placer en ello, en satisfacer mi curiosidad infinita, que me olvido del mundo, del que dirán y me entrego al aprendizaje y sacio mi sed a diario.
Me alegro de que te haya gustado, Romina. Yo también encuentro el placer en cultivar esa curiosidad sin un propósito; a veces, como te ha ocurrido a ti, no recuerdo bien algunas cosas, pero no me importa repetir el proceso porque encuentro gratificante el camino andado.
Me parece importante separar la «necesidad» de aprender (muchas veces impuesta con fines concretos que no tienen nada que ver con nuestras expectativas) del «gusto» por aprender (mucho más personal y deleitoso).
Siento que en cierto modo hemos pervertido la curiosidad. La hemos pasado por el filtro de la productividad y durante el proceso la hemos despojado de todo el atractivo. Hemos convertido el aprendizaje en una herramienta práctica e incluso en una forma de estatus. El otro día un amigo me decía que le gustaría poder tener el conocimiento de los libros sin tener que pasar por el proceso de lectura y aprendizaje. No lo culpo, yo también me siento tentado por querer saber más con menos esfuerzo, pero nos hemos olvidado de la belleza de aprender por el simple placer de satisfacer la curiosidad.
También yo leí hace poco algo parecido en una red social; parece como que el aprendizaje ha quedado en un segundo plano (y mal visto, además) frente al conocimiento «innato». En realidad, si lo pensamos detenidamente todos podemos llegar a la conclusión de que el segundo no puede alcanzarse sin el primero, pero el esfuerzo que requiere nos frustra incluso antes de empezar.
Lo cual es una lástima, debo añadir, porque, como bien señalas, el placer de aprender siempre está ahí, al alcance de cualquiera, y si nos limitásemos a disfrutarlo y no a instrumentalizarlo es posible que nuestra curiosidad se viese más satisfecha.
Este es un tema inabarcable, así que seguro que tendremos oportunidad de seguir comentándolo en un futuro. Gracias, Alex, por aportar tu granito de arena. Un saludo.
Caviar, colega. Puedo citar parte de tu texto en mi blog?
Claro que sí. Pero añade una mención al original, por favor.
La curiosidad es imparable.
Aun siendo ateo, siempre me pareció interesante que en el relato de las religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islam), de hecho, es lo que nos hizo humanos (al comer Eva del árbol del conocimiento).
Me gusta tu planteamiento de la formación como un proceso constante e incierto, sin objetivo ni finalidad (preestablecidos).
Muy interesante, como siempre.
Gracias, Daniel. De hecho, las versiones religiosas que, a menudo, asocian la curiosidad con ese componente humano frágil o malsano son muy interesantes, porque quizá ponen la primera piedra del discurso de dominación que prefiere a la masa ignorante —hasta cierto punto— en favor de una élite que atesora el conocimiento.
En todo caso, la formación y el aprendizaje como camino, no como meta, es uno de mis mantras preferidos, como ya sabéis los sufridores que me seguís.
Un abrazo.
Opino lo mismo, Emi. Por eso no hay que dejar de ser conscientes que nuestra realidad moderna, de tener acceso a información, a libros, a educación, etc., con todas las limitaciones y restricciones que persisten, igualmente son una mejor condición de hace no tantos años atrás. En Chile tuvimos una dictadura militar por casi 20 años (1973-1990) que redujo la educación al mínimo viable, y antes de eso teníamos una población mayoritariamente rural y analfabeta.
Como bien comentas, ciertamente el conocimiento ha tenido ese carácter elitista y cerrado en todas partes, y la curiosidad, “guiada” por otros hacia lo que ellos consideran razonable y deseable.
Nos leemos.
Creo que "la curiosidad mató al gato" se dice más por el cotilleo que por la curiosidad. Al fin y al cabo, el cotilleo se basa en el morbo y en ese intento de juzgar vidas ajenas, mientras que la curiosidad, desde un punto de vista estricto, es más ese preguntar "por qué" de los niños. Nunca se cansan de hacerlo y a una respuesta de un adulto siempre insisten en preguntar por qué. Quieren saber la razón por la que algo pasa y sólo una respuesta del adulto señalando su ignorancia sobre el enésimo por qué, parará, por el momento, su insistencia... hasta que descubran otra cuestión que llame su interés. También están los más peligrosos para su propia integridad: los que investigan por su cuenta (por ejemplo, metiendo horquillas de moño en enchufes para ver qué es la electricidad...).
Los mayores, que no tenemos en muchos casos un "adulto" que nos ilumine, leemos libros, vamos a conferencias o vemos documentales, pero esencialmente seguimos haciéndonos preguntas. Evidentemente no todos, pero no todos los niños son igual de curiosos ni de investigadores.
Muy interesante la reflexión de hoy. Un aplauso.
Ese es el quid de la cuestión desde mi punto de vista, Mercedes: hacerse preguntas es una condición que considero inherente al ser humano, por lo que dejar a un lado esa curiosidad es solo el primer paso para conocernos menos y peor. El interés lleva a un entendimiento algo más complejo de las interioridades, tanto personales como externas, y de ahí podemos formarnos una idea un poquito más certera del espacio que nos rodea.
Es cierto que no todos los niños (como los adultos) son curiosos, pero es importante recordar esa alegría del descubrimiento, ese afán por querer saberlo «todo» que nos caracteriza en nuestra primera etapa de la vida.
Muy atingente tu reflexión, Mercedes. Efectivamente también creo, al igual como Emi escribe, que la curiosidad es imparable. Lo es porque el mundo después de satisfacer la curiosidad es distinto. Cómo buscamos satisfacerla es distinta según maduramos, como bien dices.
(Auto-bombo con el permiso de Emi: https://pequen.substack.com/p/detras-del-velo)
Me lo he leído y te he contestado allí... Siempre me salen unos comentarios que parecen testamentos... :P
No te preocupes Mercedes, que esto no es Twitter. 😅
Jajaja, ya pero me sigue produciendo vergüenza enrollarme... :D
En los últimos años, he estado en un debate de si debería volverme a inscribir a la Universidad y perseguir una carrera completamente diferente. No lo he hecho porque no quiero regresar a la rutina de clases, ensayos académicos y exámenes; al mismo tiempo que tengo un trabajo de tiempo completo. Pero la realidad es que el tema me atrae y siempre termino leyendo libros al respecto.
Estoy llegando a la conclusión que me gusta aprender por el hecho de aprender y no por la necesidad de tener una credencial que lo valide.
Si se lo preguntan el tema es psicología y filosofía existencialista.
Bendita curiosidad. Bendita Literatura. Con mayúsculas ❤️
Benditas, en efecto, ambas. Un saludo.
Me ha encantado
Muchísimas gracias, Norma.