Vemos la felicidad como un estado deseable, pero efímero; algo que se alcanza en contadas ocasiones y que desaparece. ¿Se puede «trabajar» por la felicidad?
Lo qué expresas es lo qué esconde la noción de virtud: un perfeccionamiento constante. Ahora bien, el problema de tal noción es que supone una petición de principio. Postulamos que el perfeccionamiento es deseable, pero, ¿por qué? ¿Hay razones no arbitrarias para postular eso? A mi entender, todas las respuestas que se basen en valores están condenadas al fracaso.
La única razón que me parece satisfactoria reside en la sensación, pero aceptarla nos lleva también a rechazar la propia noción de virtud (o el perfeccionamiento activo del qué hablas). Me explico. Si asumimos que el perfeccionamiento es válido por los efectos sensitivos que podemos experimentar, entonces lo único válido son las sensaciones y no importa el cómo estas lleguen a ser. Un hombre simple, sencillo, que se rasque el ombligo pero experimente esas mismas sensaciones sin jamás perfeccionarse, habrá alcanzado lo mismo; y lo mismo vale para una lombriz. No importa si se halla o se construye, sólo importa propiciar tal sensación. Entonces la cuestión pasa a ser meramente pragmática y causal: ¿cómo alcanzar esas sensaciones en base al estado de cosas presentes, nuestra historia personal y social, de tal forma que no sólo las alcancemos, sino de tal forma que garanticemos que acontezcan también en un futuro?
Ahí es donde entran en juego el perfeccionamiento y los objetivos. ¿Nos es posible a nosotros, humanos del 2024, alcanzar estas sensaciones sin esa idea de perfeccionamiento? ¿Es el perfeccionamiento la forma de alcanzar esas sensaciones que tenemos más a mano? ¿Somos capaces de alcanzar esas sensaciones de alguna otra forma? Si todo objetivo nace muerto, pues su valor es en acto (o lo será, pero en acto) y la habituación hará de las suyas y se cargará a la larga toda sensación placentera de un logro; entonces, ¿son estúpidos los objetivos, incluso el de perfeccionamiento eterno?
Yo, tras darle varias vueltas a esto, he llegado a la siguiente conclusión (no definitiva, desde luego).
La idea de felicidad es un absurdo y está cargada de vaguedad. Es contradictoria en grado máximo y arrastra una fuerte carga metafísica. No obstante, los efectos de toda conducta A darán lugar a B. Por ende, debemos estudiar y conocer las condiciones que anteceden a los resultados y aprender de ellas. ¿Cuándo surge el malestar? ¿Qué lo antecede? Y viceversa: ¿cuándo surge el bienestar? ¿Qué lo antecede? A partir de ahí podemos empezar a ver relaciones y darnos cuenta de qué nos produce bienestar. Considero que cuasi todo el malestar de un individuo con necesidades cubiertas es bastante modificable si este se entrena y aprende a observar su surgimiento. En cierto sentido, el grado de "omnipotencia" que tiene un individuo sobre si mismo es bastante elevado.
La concatenación de tales estados de bienestar, la concatenación de placer es lo único válido. El problema que tenemos es que el hedonismo está prostituido por un mal entendido hedonismo que incluye fuertes cargas de dolor, dejando de ser, por lo tanto, hedonismo. Cuando uno abraza el nihilismo y se da cuenta de lo absurdo y gratuito de las cosas, esta asunción produce unos efectos: la parálisis y la abulia más asfixiante o un alivio y una mordaz sonrisa que colma de placer.
En mi caso, una voz me susurra: "¿No lo ves, imbécil? ¿No te das cuenta? ¿No lo sientes? ¿No ves que es tu acción y la exposición a ciertas circunstancias la que determina lo qué experimentas?". Yo le digo: "Sí, pero...". Y me dice: "Cállate, el pero produce unos efectos". Y le digo: "Entonces, ¿es un juego?. Y me dice: "No, es un mero resultado, pero haz como si lo fuera....".
PD: Este escrito es un ejemplo de lo mentado. Escribirlo me ha causado placer, cómo supongo a ti el escribirlo. Acabarlo también me ha producido placer, y ahora, sentado mientras exhalo humo, voy a ir en busca del siguiente, cuidándome de eludir su opuesto.
Bueno, te agradezco mucho el extenso texto que has escrito, porque casi enmendas mi artículo por completo. XD
En todo caso, y partiendo de la base de que es un tema inagotable y con tantos puntos de vista como personas, pienso que la clave, como tú pareces sugerir, es la idea de voluntad de perfección. Este último concepto es lábil, quizá incluso inexistente, pero es el objetivo que nos marcamos para tener algo a lo que recurrir. Si desdeñamos la visión más negativa del nihilismo (que puede tener otras facetas, pero no entraré en ello), lo único que nos queda es definir nuestra propia idea de «objetivo» —ya sea un bien, un estado, un lugar, una emoción— y pugnar por alcanzarla. Pienso que ahí, en esa «lucha por», estriba la consecución de algo parecido a la felicidad.
Me alegro de que el texto te haya servido para exponer todas estas reflexiones que, francamente, aunque algo paradójicas, me han hecho cuestionarme algunos puntos de la tesis. Un placer verte por aquí.
Lo qué expresas es lo qué esconde la noción de virtud: un perfeccionamiento constante. Ahora bien, el problema de tal noción es que supone una petición de principio. Postulamos que el perfeccionamiento es deseable, pero, ¿por qué? ¿Hay razones no arbitrarias para postular eso? A mi entender, todas las respuestas que se basen en valores están condenadas al fracaso.
La única razón que me parece satisfactoria reside en la sensación, pero aceptarla nos lleva también a rechazar la propia noción de virtud (o el perfeccionamiento activo del qué hablas). Me explico. Si asumimos que el perfeccionamiento es válido por los efectos sensitivos que podemos experimentar, entonces lo único válido son las sensaciones y no importa el cómo estas lleguen a ser. Un hombre simple, sencillo, que se rasque el ombligo pero experimente esas mismas sensaciones sin jamás perfeccionarse, habrá alcanzado lo mismo; y lo mismo vale para una lombriz. No importa si se halla o se construye, sólo importa propiciar tal sensación. Entonces la cuestión pasa a ser meramente pragmática y causal: ¿cómo alcanzar esas sensaciones en base al estado de cosas presentes, nuestra historia personal y social, de tal forma que no sólo las alcancemos, sino de tal forma que garanticemos que acontezcan también en un futuro?
Ahí es donde entran en juego el perfeccionamiento y los objetivos. ¿Nos es posible a nosotros, humanos del 2024, alcanzar estas sensaciones sin esa idea de perfeccionamiento? ¿Es el perfeccionamiento la forma de alcanzar esas sensaciones que tenemos más a mano? ¿Somos capaces de alcanzar esas sensaciones de alguna otra forma? Si todo objetivo nace muerto, pues su valor es en acto (o lo será, pero en acto) y la habituación hará de las suyas y se cargará a la larga toda sensación placentera de un logro; entonces, ¿son estúpidos los objetivos, incluso el de perfeccionamiento eterno?
Yo, tras darle varias vueltas a esto, he llegado a la siguiente conclusión (no definitiva, desde luego).
La idea de felicidad es un absurdo y está cargada de vaguedad. Es contradictoria en grado máximo y arrastra una fuerte carga metafísica. No obstante, los efectos de toda conducta A darán lugar a B. Por ende, debemos estudiar y conocer las condiciones que anteceden a los resultados y aprender de ellas. ¿Cuándo surge el malestar? ¿Qué lo antecede? Y viceversa: ¿cuándo surge el bienestar? ¿Qué lo antecede? A partir de ahí podemos empezar a ver relaciones y darnos cuenta de qué nos produce bienestar. Considero que cuasi todo el malestar de un individuo con necesidades cubiertas es bastante modificable si este se entrena y aprende a observar su surgimiento. En cierto sentido, el grado de "omnipotencia" que tiene un individuo sobre si mismo es bastante elevado.
La concatenación de tales estados de bienestar, la concatenación de placer es lo único válido. El problema que tenemos es que el hedonismo está prostituido por un mal entendido hedonismo que incluye fuertes cargas de dolor, dejando de ser, por lo tanto, hedonismo. Cuando uno abraza el nihilismo y se da cuenta de lo absurdo y gratuito de las cosas, esta asunción produce unos efectos: la parálisis y la abulia más asfixiante o un alivio y una mordaz sonrisa que colma de placer.
En mi caso, una voz me susurra: "¿No lo ves, imbécil? ¿No te das cuenta? ¿No lo sientes? ¿No ves que es tu acción y la exposición a ciertas circunstancias la que determina lo qué experimentas?". Yo le digo: "Sí, pero...". Y me dice: "Cállate, el pero produce unos efectos". Y le digo: "Entonces, ¿es un juego?. Y me dice: "No, es un mero resultado, pero haz como si lo fuera....".
PD: Este escrito es un ejemplo de lo mentado. Escribirlo me ha causado placer, cómo supongo a ti el escribirlo. Acabarlo también me ha producido placer, y ahora, sentado mientras exhalo humo, voy a ir en busca del siguiente, cuidándome de eludir su opuesto.
PD2: Por cierto, escribes de puta madre, cabrón.
Bueno, te agradezco mucho el extenso texto que has escrito, porque casi enmendas mi artículo por completo. XD
En todo caso, y partiendo de la base de que es un tema inagotable y con tantos puntos de vista como personas, pienso que la clave, como tú pareces sugerir, es la idea de voluntad de perfección. Este último concepto es lábil, quizá incluso inexistente, pero es el objetivo que nos marcamos para tener algo a lo que recurrir. Si desdeñamos la visión más negativa del nihilismo (que puede tener otras facetas, pero no entraré en ello), lo único que nos queda es definir nuestra propia idea de «objetivo» —ya sea un bien, un estado, un lugar, una emoción— y pugnar por alcanzarla. Pienso que ahí, en esa «lucha por», estriba la consecución de algo parecido a la felicidad.
Me alegro de que el texto te haya servido para exponer todas estas reflexiones que, francamente, aunque algo paradójicas, me han hecho cuestionarme algunos puntos de la tesis. Un placer verte por aquí.
La vida exige atención, abstracción y un esfuerzo consciente: al "construirse" se "halla".
Muy bien expresado, Daniel.