Desde que el capitalismo se impuso como sistema socioeconómico dominante, el debate sobre la eficacia de la gestión privada frente a la pública parece inagotable
Leyéndote me he acordado de este encuentro sobre la salud pública en Europa, que me pareció interesante y aportaron ideas relevantes los participantes.
Hay una cita que es clave para quienes estamos en Salud Pública y es la siguiente:
"Nadie está a salvo si no estamos todos a salvo" — Ed Jong.
Con ello se ilustra lo que puede ser la mejor definición posible de la sensación de interdependencia. Una situación que muestra cómo la salud del yo depende de la salud del nosotros.
Creo que hay que tratar de garantizar un nivel básico de diferentes dimensiones que ayuden a conformar unos niveles aceptables de salud, no siendo ni excesivamente escasos en su definición, ni utópicamente finalistas en la conversión del derecho a la salud en el derecho a estar sano.
Y para ello es necesario repensar el modelo sanitario que tenemos. Entre otras cosas porque está muriendo.
Gracias Emi por compartir refldxiones tan complejas de una forma sencilla.
Es muy interesante la relación entre ese «derecho a la salud» y el «derecho a estar sano». Quizá habría que abordar esa cuestión desde un nivel preventivo, algo que no suele hacerse en el sistema sanitario de hoy día.
Es probable que el modelo tenga que replantearse, en efecto, aunque me gustaría pensar que siempre desde una mirada comunitaria, solidaria, que no implique coartar el acceso a la sanidad de algunas personas.
Muchísimas gracias por comentar y por el enlace; voy a intentar escuchar la conferencia en cuanto tenga un rato.
Estoy contigo, un modelo sanitario comunitario y que tenga la prevención como uno de sus pilares. Porque, en definitiva, la salud es mucho más que la ausencia de enfermedad. Echando un vistazo a los determinantes sociales de la salud, uno se puede hacer una idea de la Salud como modelo biopsicosocial.
En la mayoría de casos soy partidario de la privatización, seguramente por una pérdida de confianza en la figura del estado.
Lo veo claro en el caso de la educación, preferiría que el estado solo aportara un bono social a quién no llegue a un mínimo de ingresos, o como mínimo que no pudiera meter mano en el programa educativo como se viene haciendo en las últimas décadas.
Ahora bien, en el caso de la sanidad, que puede conllevar unos gastos enormes y abarcables por pocos en algunas enfermedades que son más habitules de lo que nos gusta pensar, no lo veo tan claro.
¿Pero por qué tiene que ser blanco o negro? Quizá haya servicios básicos que se puedan beneficiar de una gestión híbrida entre estado y empresa privada, un modelo semi-público. Pero veo poca voluntad a un equilibrio de este tipo.
Mi humilde opinión, desde la más profunda ignorancia, creo que tenemos demasiados incentivos perversos en el actual sistema.
En cuanto a la educación, la injerencia de los políticos en los desarrollos curriculares es algo que se viene debatiendo desde hace tiempo. Quizá aquí el problema no trata de la gestión estatal de la educación, sino del diseño de los planes educativos. Desde mi punto de vista, estos podrían ser consensuados por un grupo de personas que no tuviesen cargos políticos, para así desarrollar un programa educativo común, cohesionado y ajustado a la realidad.
No obstante, esto no elimina las ventajas de tener acceso a una educación pública y universal, que es el objetivo último. Con todas sus desventajas e ineficacias, el actual sistema tiende a un ideal (utópico, tal vez, pero necesario) de igualdad de oportunidades, mientras que dejar la educación en manos privadas, según lo veo, resultaría en una clarísima brecha. (Eso por no entrar en cuestiones más «técnicas», del tipo de la línea de los currículos escolares, los métodos de examen, las pruebas de acceso, etc.).
Por otro lado, los experimentos de gestión híbrida que conozco y que hay en la actualidad pasan, casi siempre, por la inyección de dinero público en unos sistemas privados que pueden gestionar a sus «clientes» (alumnos, pacientes) de la forma que ellos mismos deciden y que acaparan los beneficios. Es decir: tienen todas las ventajas de una empresa privada, pero comparten algunas de la pública, mientras que, sin embargo, no están sujetos a sus imperativos.
Entiendo que diferimos en la visión del papel del Estado como punto de partida. Para mí, con todos sus defectos (y los tiene, por supuesto), es un ente que tiende a regular las relaciones entre los ciudadanos para evitar ciertas desigualdades y promover una solidaridad universal. El concebir, como últimamente se oye mucho, los impuestos como una suerte de «requisa» estatal del bolsillo del trabajador es quedarse con una lectura, en el mejor de los casos, inocente de cómo funciona un sistema democrático estatal. Creo que, como ciudadanos, en lugar de soñar con una sociedad en la que el Estado casi se diluya, deberíamos luchar por uno fuerte que pueda estar vigilado y sujeto a nuestras necesidades, más allá de partidos, siglas e ideologías.
También yo soy ignorante en estos temas, pero me interesaría conocer más opiniones (de ahí el artículo), porque creo que con un debate argumentado se puede llegar a posturas que acomoden las ideas de unos y otros.
Por ejemplo: ¿a qué te refieres exactamente con «demasiados incentivos perversos»?
Estoy de acuerdo en que el diseño de los planes educativos debería estar en manos de profesionales de la educación. Actualmente, el partido de turno mete mano un poco a su antojo, dentro de lo que cabe, por eso me da la sensación que sí es un problema de gestión del Estado.
El Estado podría gestionar un cierto número de escuelas públicas, ¿pero por qué no dejar competir en igualdad de condiciones al sector privado? Más competencia probablemente implique mejor calidad de estudios para todos. Más competencia/oferta, también suele provocar que los precios caigan, aunque dependa también de otros factores.
Yo soy partidario de un bono social para las familias que realmente lo necesiten, y que cada una escoja en qué centro quiere meter a sus hijos e hijas con ese dinero. ¿No habría de este modo igualdad de oportunidades? Puede que esté siendo ingenuo, pero me parece una buena opción, o al menos intento pensar en qué partes negativas podría tener y a bote pronto no se me ocurre ninguna.
Las escuelas que den buenos resultados (algo medible a medio y largo plazo) acabarían por progresar, las que no, tenderían a desaparecer. En cuestión de pocas décadas creo que tendríamos un ecosistema mejor que el actual.
Como bien dices, el Estado intenta regular las relaciones entre los ciudadanos, pero en mi opinión quizá regule demasiado. Las desigualdades pueden venir también por regular más de la cuenta.
En mi opinión el Estado debería servirnos a los ciudadanos, no soy de la opinión de que se diluya. Al menos no completamente. Por ejemplo, la gestión de los cuerpos de seguridad sí creo que sea bueno que sean controlados de forma completa por el estado, pero eso no quita que quizá tenga demasiadas competencias y eso puede derivar en un ciclo de autodestrucción de muy difícil solución. ¿Qué podemos hacer para "vigilar" al Estado?
Se me ocurre lo que pasa por ejemplo con los presupuestos generales. Una parte muy grande ya va destinada a pagar intereses de deuda pública. Esa parte cada año es mayor. No obstante, año tras año siempre se gasta más que se ingresa. Esto no es sostenible, de ningún modo. Cuando explote la patata veremos muchas desigualdades, sin consecuencias para los responsables. ¿Hay algo que los ciudadanos podamos hacer? Yo me siento impotente.
Sobre los incentivos perversos, un ejemplo famoso es el "efecto cobra" en la India mientras estaba colonizada por Inglaterra. Había una plaga de culebras, y el gobierno decidió premiar a los ciudadanos que les trajera cobras muertas. Lo que hicieron los ciudadanos fue empezar a criar más cobras para ganar dinero.
En España concretamente, podemos ver por ejemplo cómo los partidos políticos se dedican a estudiar con qué propuestas podrían obtener más votos (acortar jornada laboral), en vez de buscar soluciones a problemas reales (sostenibilidad de las pensiones). Tomar decisiones difíciles implica perder votos, aunque sean decisiones que a la larga nos beneficien. Parece que se toman solo decisiones que vayan a dar votos, y esto se ve muy claro cada vez que se acercan elecciones.
¿Tiene sentido que no estemos ya buscando soluciones inviable sistema de pensiones actual? ¿Tiene sentido no apostar por la energía nuclear? ¿Tiene sentido no tomar medidas para cambiar el sector productivo actual?
Sé que suena catastrofista, pero soy consciente que en España se vive mejor que en muchos países. Me siento afortunado de estar aquí, no lo puedo negar viendo el panorama en el resto del mundo, pero eso no quita que piense que tenemos muchas cosas que mejorar, muchas amenazas a nuestro futuro y poco foco en él.
Un placer intercambiar ideas contrapuestas desde el respeto, ojalá nuestros políticos también lo hicieran.
Muchas gracias por compartir tus ideas, Pol. Como bien dices, incluso desde posturas diferentes es agradable tener un debate con ideas (y educación).
No quiero extenderme mucho porque podríamos estar argumentando y contraargumentando ad infinitum, y tampoco me considero un experto en estos temas, por lo que necesitaría documentarme al respecto. Solo aporto un par de puntos de vista acerca de tus ideas.
Sobre la educación, quizá un bono podría ser útil a nivel equitativo, pero me resulta una solución tendente a la caridad. El hecho de que existan centros privados implica que tendrían baremos de acceso, probablemente basados en las posibilidades económicas de las familias. Incluso con una ayuda en forma de cheque/bono, los centros con menos recursos (aquellos situados en zonas de rentas bajas, posiblemente con más inmigración, etc.) ofrecerían «servicios» de peor calidad, mientras que los orientados a rentas altas coadyuvarían a una jerarquización muy marcada. De hecho, es algo que —básicamente— tenemos ya, puesto que ciertas clases sociales se educan en determinados centros educativos; no tanto por su calidad intrínseca, sino por su capacidad para relacionarse con sus iguales.
Relegar a un sector de la población (mayor o menor) a una educación de peor calidad solo por la competencia entre centros me parece un ataque directo contra la igualdad de oportunidades, que actualmente ya es muy escasa.
En lo relativo al papel del Estado, ciertamente es un debate tan amplio que es difícil concretarlo en pocos puntos. A grandes rasgos, mi punto de vista al respecto es que existen mecanismos que posibilitan una buena relación Estado-ciudadano. El problema es que algunos de ellos no se respetan, pero su papel teórico no es menos razonable. Normalmente, algunos de los «problemas» que un Estado puede causar/tener son fruto de una gestión personal ineficaz, o bien, justamente, de un egoísmo incapaz de trabajar en favor del bien común. Creo que, si la ambición, la avaricia o el odio a nivel individual ya obstaculizan hoy día el buen hacer de un Estado, abandonarse en manos de servicios privados (que, al fin y al cabo, están al servicio de un puñado de personas) no haría sino agravar la situación.
Como vimos en la crisis del 2008 (y en cualquiera de las precedentes desde comienzos del siglo XX), la mala gestión de una entidad privada puede acarrear consecuencias funestas para las personas a nivel planetario. Si no existiesen mecanismos estatales para paliar esos daños, el resultado sería terrorífico.
Soy consciente de que el Estado, tal y como está planteado, tiene muchos fallos; pero también creo que es responsabilidad de los ciudadanos implicarse en su mejora.
¿Difícil? Desde luego. ¿Imposible? Quiero pensar que no.
Leyéndote me he acordado de este encuentro sobre la salud pública en Europa, que me pareció interesante y aportaron ideas relevantes los participantes.
https://canal.march.es/es/coleccion/salud-publica-europa-4513
Hay una cita que es clave para quienes estamos en Salud Pública y es la siguiente:
"Nadie está a salvo si no estamos todos a salvo" — Ed Jong.
Con ello se ilustra lo que puede ser la mejor definición posible de la sensación de interdependencia. Una situación que muestra cómo la salud del yo depende de la salud del nosotros.
Creo que hay que tratar de garantizar un nivel básico de diferentes dimensiones que ayuden a conformar unos niveles aceptables de salud, no siendo ni excesivamente escasos en su definición, ni utópicamente finalistas en la conversión del derecho a la salud en el derecho a estar sano.
Y para ello es necesario repensar el modelo sanitario que tenemos. Entre otras cosas porque está muriendo.
Gracias Emi por compartir refldxiones tan complejas de una forma sencilla.
Es muy interesante la relación entre ese «derecho a la salud» y el «derecho a estar sano». Quizá habría que abordar esa cuestión desde un nivel preventivo, algo que no suele hacerse en el sistema sanitario de hoy día.
Es probable que el modelo tenga que replantearse, en efecto, aunque me gustaría pensar que siempre desde una mirada comunitaria, solidaria, que no implique coartar el acceso a la sanidad de algunas personas.
Muchísimas gracias por comentar y por el enlace; voy a intentar escuchar la conferencia en cuanto tenga un rato.
Estoy contigo, un modelo sanitario comunitario y que tenga la prevención como uno de sus pilares. Porque, en definitiva, la salud es mucho más que la ausencia de enfermedad. Echando un vistazo a los determinantes sociales de la salud, uno se puede hacer una idea de la Salud como modelo biopsicosocial.
En la mayoría de casos soy partidario de la privatización, seguramente por una pérdida de confianza en la figura del estado.
Lo veo claro en el caso de la educación, preferiría que el estado solo aportara un bono social a quién no llegue a un mínimo de ingresos, o como mínimo que no pudiera meter mano en el programa educativo como se viene haciendo en las últimas décadas.
Ahora bien, en el caso de la sanidad, que puede conllevar unos gastos enormes y abarcables por pocos en algunas enfermedades que son más habitules de lo que nos gusta pensar, no lo veo tan claro.
¿Pero por qué tiene que ser blanco o negro? Quizá haya servicios básicos que se puedan beneficiar de una gestión híbrida entre estado y empresa privada, un modelo semi-público. Pero veo poca voluntad a un equilibrio de este tipo.
Mi humilde opinión, desde la más profunda ignorancia, creo que tenemos demasiados incentivos perversos en el actual sistema.
Te agradezco tu opinión, Pol.
En cuanto a la educación, la injerencia de los políticos en los desarrollos curriculares es algo que se viene debatiendo desde hace tiempo. Quizá aquí el problema no trata de la gestión estatal de la educación, sino del diseño de los planes educativos. Desde mi punto de vista, estos podrían ser consensuados por un grupo de personas que no tuviesen cargos políticos, para así desarrollar un programa educativo común, cohesionado y ajustado a la realidad.
No obstante, esto no elimina las ventajas de tener acceso a una educación pública y universal, que es el objetivo último. Con todas sus desventajas e ineficacias, el actual sistema tiende a un ideal (utópico, tal vez, pero necesario) de igualdad de oportunidades, mientras que dejar la educación en manos privadas, según lo veo, resultaría en una clarísima brecha. (Eso por no entrar en cuestiones más «técnicas», del tipo de la línea de los currículos escolares, los métodos de examen, las pruebas de acceso, etc.).
Por otro lado, los experimentos de gestión híbrida que conozco y que hay en la actualidad pasan, casi siempre, por la inyección de dinero público en unos sistemas privados que pueden gestionar a sus «clientes» (alumnos, pacientes) de la forma que ellos mismos deciden y que acaparan los beneficios. Es decir: tienen todas las ventajas de una empresa privada, pero comparten algunas de la pública, mientras que, sin embargo, no están sujetos a sus imperativos.
Entiendo que diferimos en la visión del papel del Estado como punto de partida. Para mí, con todos sus defectos (y los tiene, por supuesto), es un ente que tiende a regular las relaciones entre los ciudadanos para evitar ciertas desigualdades y promover una solidaridad universal. El concebir, como últimamente se oye mucho, los impuestos como una suerte de «requisa» estatal del bolsillo del trabajador es quedarse con una lectura, en el mejor de los casos, inocente de cómo funciona un sistema democrático estatal. Creo que, como ciudadanos, en lugar de soñar con una sociedad en la que el Estado casi se diluya, deberíamos luchar por uno fuerte que pueda estar vigilado y sujeto a nuestras necesidades, más allá de partidos, siglas e ideologías.
También yo soy ignorante en estos temas, pero me interesaría conocer más opiniones (de ahí el artículo), porque creo que con un debate argumentado se puede llegar a posturas que acomoden las ideas de unos y otros.
Por ejemplo: ¿a qué te refieres exactamente con «demasiados incentivos perversos»?
Estoy de acuerdo en que el diseño de los planes educativos debería estar en manos de profesionales de la educación. Actualmente, el partido de turno mete mano un poco a su antojo, dentro de lo que cabe, por eso me da la sensación que sí es un problema de gestión del Estado.
El Estado podría gestionar un cierto número de escuelas públicas, ¿pero por qué no dejar competir en igualdad de condiciones al sector privado? Más competencia probablemente implique mejor calidad de estudios para todos. Más competencia/oferta, también suele provocar que los precios caigan, aunque dependa también de otros factores.
Yo soy partidario de un bono social para las familias que realmente lo necesiten, y que cada una escoja en qué centro quiere meter a sus hijos e hijas con ese dinero. ¿No habría de este modo igualdad de oportunidades? Puede que esté siendo ingenuo, pero me parece una buena opción, o al menos intento pensar en qué partes negativas podría tener y a bote pronto no se me ocurre ninguna.
Las escuelas que den buenos resultados (algo medible a medio y largo plazo) acabarían por progresar, las que no, tenderían a desaparecer. En cuestión de pocas décadas creo que tendríamos un ecosistema mejor que el actual.
Como bien dices, el Estado intenta regular las relaciones entre los ciudadanos, pero en mi opinión quizá regule demasiado. Las desigualdades pueden venir también por regular más de la cuenta.
En mi opinión el Estado debería servirnos a los ciudadanos, no soy de la opinión de que se diluya. Al menos no completamente. Por ejemplo, la gestión de los cuerpos de seguridad sí creo que sea bueno que sean controlados de forma completa por el estado, pero eso no quita que quizá tenga demasiadas competencias y eso puede derivar en un ciclo de autodestrucción de muy difícil solución. ¿Qué podemos hacer para "vigilar" al Estado?
Se me ocurre lo que pasa por ejemplo con los presupuestos generales. Una parte muy grande ya va destinada a pagar intereses de deuda pública. Esa parte cada año es mayor. No obstante, año tras año siempre se gasta más que se ingresa. Esto no es sostenible, de ningún modo. Cuando explote la patata veremos muchas desigualdades, sin consecuencias para los responsables. ¿Hay algo que los ciudadanos podamos hacer? Yo me siento impotente.
Sobre los incentivos perversos, un ejemplo famoso es el "efecto cobra" en la India mientras estaba colonizada por Inglaterra. Había una plaga de culebras, y el gobierno decidió premiar a los ciudadanos que les trajera cobras muertas. Lo que hicieron los ciudadanos fue empezar a criar más cobras para ganar dinero.
En España concretamente, podemos ver por ejemplo cómo los partidos políticos se dedican a estudiar con qué propuestas podrían obtener más votos (acortar jornada laboral), en vez de buscar soluciones a problemas reales (sostenibilidad de las pensiones). Tomar decisiones difíciles implica perder votos, aunque sean decisiones que a la larga nos beneficien. Parece que se toman solo decisiones que vayan a dar votos, y esto se ve muy claro cada vez que se acercan elecciones.
¿Tiene sentido que no estemos ya buscando soluciones inviable sistema de pensiones actual? ¿Tiene sentido no apostar por la energía nuclear? ¿Tiene sentido no tomar medidas para cambiar el sector productivo actual?
Sé que suena catastrofista, pero soy consciente que en España se vive mejor que en muchos países. Me siento afortunado de estar aquí, no lo puedo negar viendo el panorama en el resto del mundo, pero eso no quita que piense que tenemos muchas cosas que mejorar, muchas amenazas a nuestro futuro y poco foco en él.
Un placer intercambiar ideas contrapuestas desde el respeto, ojalá nuestros políticos también lo hicieran.
Muchas gracias por compartir tus ideas, Pol. Como bien dices, incluso desde posturas diferentes es agradable tener un debate con ideas (y educación).
No quiero extenderme mucho porque podríamos estar argumentando y contraargumentando ad infinitum, y tampoco me considero un experto en estos temas, por lo que necesitaría documentarme al respecto. Solo aporto un par de puntos de vista acerca de tus ideas.
Sobre la educación, quizá un bono podría ser útil a nivel equitativo, pero me resulta una solución tendente a la caridad. El hecho de que existan centros privados implica que tendrían baremos de acceso, probablemente basados en las posibilidades económicas de las familias. Incluso con una ayuda en forma de cheque/bono, los centros con menos recursos (aquellos situados en zonas de rentas bajas, posiblemente con más inmigración, etc.) ofrecerían «servicios» de peor calidad, mientras que los orientados a rentas altas coadyuvarían a una jerarquización muy marcada. De hecho, es algo que —básicamente— tenemos ya, puesto que ciertas clases sociales se educan en determinados centros educativos; no tanto por su calidad intrínseca, sino por su capacidad para relacionarse con sus iguales.
Relegar a un sector de la población (mayor o menor) a una educación de peor calidad solo por la competencia entre centros me parece un ataque directo contra la igualdad de oportunidades, que actualmente ya es muy escasa.
En lo relativo al papel del Estado, ciertamente es un debate tan amplio que es difícil concretarlo en pocos puntos. A grandes rasgos, mi punto de vista al respecto es que existen mecanismos que posibilitan una buena relación Estado-ciudadano. El problema es que algunos de ellos no se respetan, pero su papel teórico no es menos razonable. Normalmente, algunos de los «problemas» que un Estado puede causar/tener son fruto de una gestión personal ineficaz, o bien, justamente, de un egoísmo incapaz de trabajar en favor del bien común. Creo que, si la ambición, la avaricia o el odio a nivel individual ya obstaculizan hoy día el buen hacer de un Estado, abandonarse en manos de servicios privados (que, al fin y al cabo, están al servicio de un puñado de personas) no haría sino agravar la situación.
Como vimos en la crisis del 2008 (y en cualquiera de las precedentes desde comienzos del siglo XX), la mala gestión de una entidad privada puede acarrear consecuencias funestas para las personas a nivel planetario. Si no existiesen mecanismos estatales para paliar esos daños, el resultado sería terrorífico.
Soy consciente de que el Estado, tal y como está planteado, tiene muchos fallos; pero también creo que es responsabilidad de los ciudadanos implicarse en su mejora.
¿Difícil? Desde luego. ¿Imposible? Quiero pensar que no.