¡Que bonito texto, Emi! Para mí, «envejecer» en la actualidad no es más que otra convención construida. Cierto es que el cuerpo se consume, pero no así la llama del alma. De hecho, mi abuela comenzó a pintar a los 93 años, y hasta hace poco, se pasaba horas y horas a sus pinturas. Ver la dedicación que le ponía, y la ilusión con la que las mostraba y compartía era todo un soplo de vida.
Me gusta mucho esta idea «Y es que puede haber dos formas de interactuar con el mundo y avivar esa ascua de la que hablaba Sebald: la impulsiva y romántica que se corresponde con la juventud, y la paciente y sabia que se relaciona con la madurez». Comparto 🙂
Me alegro de que te haya gustado, Jose. Creo que lo bonito de esa idea es, justamente, el ejemplo que pones de tu abuela: la pasión puede cambiar a lo largo del tiempo, pero siempre está ahí de una forma u otra.
«los habitantes digitales de la red no se congregan. […] Constituyen una concentración sin congregación, una multitud sin interioridad, un conjunto sin interioridad, sin alma o espíritu.» Es interesante esta frase: creo que vivimos en un momento en el que sale a flote que una gran parte de la gente no quiere escuchar sino ser escuchado. Claro, escuchar a Leonardo da Vinci hablar sobre la Mona Lisa o a Goya sobre las pinturas negras, a Savingy sobre el Derecho en el siglo XIX y la pulsión romántica que afectó a sus concepciones o a Kant explicarnos el imperativo categórico no creo que molestase a nadie. El problema es que para poder hablar de algo primero hay que saber sobre ello, estudiar y comprender. Precisamente por eso esta idea de ser escuchado, si bien puede ser bueno desde el punto de vista del equilibrio mental, puede no serlo para el diálogo con el resto.
Y de hecho es (creo) a lo que se refería Bertrand Rusell en la cita que incluyes: "«Estimo que la acción es mejor cuando surge de una profunda comprensión del universo y del destino humano, y no de cualquier impulso salvajemente apasionado de romántica pero desproporcionada afirmación del yo». Si no se conoce la realidad, sólo queda hablar de lo que uno siente pero eso será siempre desproporcionado (y poco racional) porque cada uno somos sólo una gota en el océano o una brizna de tierra en la playa. Sólo la verdadera erudición hace que lo que se escriba realmente suponga una diferencia y sea recomendable leerlo (el tiempo, una vez usado, no vuelve). Pero no principalmente por el autor de lo escrito (no por esa desproporcionada afirmación del yo) sino por la formación y enriquecimiento espiritual y formativo de quien lo lee.
PS: tengo una alergia al polen que me ha quedado sin voz. Espero no haber puesto alguna burrada (nivel "en su cabeza sonaba espectacular" :P).
Es muy interesante esa distinción de la que hablas acerca del «yo» y del mismo conocimiento. Quizá un autor de newsletter como yo no sea la persona adecuada para opinar sobre ello (guste o no, esta continua exposición tiene una cierta raíz egoísta y egocéntrica), pero pienso que tienes mucha razón al contraponer una y otra idea.
Quizá sí que tiene que ver un poco con el devenir de la sociedad, que ha pasado de valorar la sabiduría (adquirida con esfuerzo, con trabajo y con estudio) a poner el foco en el individuo, independientemente de su talento.
Confrontar esa tendencia «egoísta» con la aceptación de la propia ignorancia me resulta el reto más complejo, ya que es complicado «saber que no se sabe». Siempre intento mostrar esta idea en los textos, aun cuando soy consciente de la fragilidad del argumento en tanto convertirse en portavoz implica asumir, justamente, esa incapacidad de conocer todo lo que desearía.
Muchas gracias por traer a colación un argumento tan interesante (y espinoso).
Hay una anécdota de un cadí de Córdoba al que el emir le tenía en gran estima. Un día le dijo, "te voy a hacer tan rico como sabio eres". El cadí le contestó "¿realmente quiere mi señor hacerme muy rico?". El emir, sorprendido, le contestó: "por supuesto". El cadí le miró y le dijo "no creo que nadie tenga bienes suficientes para pagarme por lo que no sé pero si los hubiera, esa sería la forma de hacerme realmente rico".
Es una historia (nunca he sabido si fue verdad o es una leyenda) pero que viene a decir lo mismo que Sócrates: "sólo sé que no sé nada". Porque es cierto: no sabemos por qué hemos nacido en este momento y no hace 1000 años o por qué lo hemos hecho cada uno en su sitio y no a 3000 kms y con una familia, cultura, creencias, etc totalmente diferentes, por ejemplo y dudo que la ciencia pueda resolvernos esas preguntas algún día.
También hay que decir: hay gente que piensa o al menos lo intenta. Hay otros que sólo persiguen los likes de otras personas igualmente superficiales. Unos y otros no pueden ser iguales: por eso decía que si contribuyes a que la gente piense por sí misma, a desarrollar su pensamiento crítico (tan necesario...) y a abrir su pensamiento (lo que normalmente no es sencillo y trae problemas), lo que escribas, aunque tenga raíz egoísta, tendrá otra serie de beneficios que se pueden aprovechar. Es entendible que Descartes cuando publicó el Discurso del método no lo hizo sólo por pensar sino también por otras razones egoístas. Pero ese libro hizo que se modificase la forma de pensar o, al menos, que se entendiese que había formas de pensamiento inexploradas.
Realmente este tema y el del problema jurídico "quién controla al controlador" son de los más interesantes porque no son 2+2 pero tienen vertientes que es necesario considerar a día de hoy. No creo que se deba impedir a nadie opinar incluso aunque sus opiniones sean disparatadas: nunca se sabe con qué o cómo alguien va a poder descubrir algo que no hubiera podido descubrir o en lo que no podía haber caído. Pero es evidente que alguien que conoce una materia y lo explica, fundamenta sus ideas con algo más que sentimientos o impulsos por lo que puede ayudar a otros a saber cómo pensar, no a qué pensar (que parece que es en lo que muchos están interesados a día de hoy).
Respecto a la valoración de la sabiduría, yo creo que es más un síntoma de que si no se piensa, tampoco se puede controlar filosóficamente al poder, sea este de la forma que sea. Sólo hay que ver los currícula de prácticamente todo el mundo occidental que intentan prescindir de álgebra, de filosofía o de historia. Me parece un error craso, exactamente igual que me parece disparatado que nadie vea como algo exagerado que un futbolista haga 1000 abdominales diarias para mantenerse en forma pero, sin embargo, un escolar pueda pasar con suspensos de curso. ¿Por qué el primero sí tiene que esforzarse en su profesión, mientras que el segundo da lo mismo si lo hace o no y preferentemente (casi) parece que es mejor que no lo haga? Una cosa es convencerse de que nunca se vaya a saber todo y otra muy distinta que ni siquiera se intente saber lo básico.
Creo que cuando nos movemos es porque algo que tiene que ver con “la supervivencia” nos obliga. Si no, tendemos a la quietud, a la comodidad, a quedarnos con eso que ya sabemos nos funciona por experiencia. Salvo esas excepciones a las que referís, hombres que vaya a saber una porqué no pueden quedarse quietos, y hacen que la cosa avance, a pesar de los acomodaticios. Saludos. Misántropa puertas adentro, más positiva pa fuera.
¡Que bonito texto, Emi! Para mí, «envejecer» en la actualidad no es más que otra convención construida. Cierto es que el cuerpo se consume, pero no así la llama del alma. De hecho, mi abuela comenzó a pintar a los 93 años, y hasta hace poco, se pasaba horas y horas a sus pinturas. Ver la dedicación que le ponía, y la ilusión con la que las mostraba y compartía era todo un soplo de vida.
Me gusta mucho esta idea «Y es que puede haber dos formas de interactuar con el mundo y avivar esa ascua de la que hablaba Sebald: la impulsiva y romántica que se corresponde con la juventud, y la paciente y sabia que se relaciona con la madurez». Comparto 🙂
Me alegro de que te haya gustado, Jose. Creo que lo bonito de esa idea es, justamente, el ejemplo que pones de tu abuela: la pasión puede cambiar a lo largo del tiempo, pero siempre está ahí de una forma u otra.
«los habitantes digitales de la red no se congregan. […] Constituyen una concentración sin congregación, una multitud sin interioridad, un conjunto sin interioridad, sin alma o espíritu.» Es interesante esta frase: creo que vivimos en un momento en el que sale a flote que una gran parte de la gente no quiere escuchar sino ser escuchado. Claro, escuchar a Leonardo da Vinci hablar sobre la Mona Lisa o a Goya sobre las pinturas negras, a Savingy sobre el Derecho en el siglo XIX y la pulsión romántica que afectó a sus concepciones o a Kant explicarnos el imperativo categórico no creo que molestase a nadie. El problema es que para poder hablar de algo primero hay que saber sobre ello, estudiar y comprender. Precisamente por eso esta idea de ser escuchado, si bien puede ser bueno desde el punto de vista del equilibrio mental, puede no serlo para el diálogo con el resto.
Y de hecho es (creo) a lo que se refería Bertrand Rusell en la cita que incluyes: "«Estimo que la acción es mejor cuando surge de una profunda comprensión del universo y del destino humano, y no de cualquier impulso salvajemente apasionado de romántica pero desproporcionada afirmación del yo». Si no se conoce la realidad, sólo queda hablar de lo que uno siente pero eso será siempre desproporcionado (y poco racional) porque cada uno somos sólo una gota en el océano o una brizna de tierra en la playa. Sólo la verdadera erudición hace que lo que se escriba realmente suponga una diferencia y sea recomendable leerlo (el tiempo, una vez usado, no vuelve). Pero no principalmente por el autor de lo escrito (no por esa desproporcionada afirmación del yo) sino por la formación y enriquecimiento espiritual y formativo de quien lo lee.
PS: tengo una alergia al polen que me ha quedado sin voz. Espero no haber puesto alguna burrada (nivel "en su cabeza sonaba espectacular" :P).
Es muy interesante esa distinción de la que hablas acerca del «yo» y del mismo conocimiento. Quizá un autor de newsletter como yo no sea la persona adecuada para opinar sobre ello (guste o no, esta continua exposición tiene una cierta raíz egoísta y egocéntrica), pero pienso que tienes mucha razón al contraponer una y otra idea.
Quizá sí que tiene que ver un poco con el devenir de la sociedad, que ha pasado de valorar la sabiduría (adquirida con esfuerzo, con trabajo y con estudio) a poner el foco en el individuo, independientemente de su talento.
Confrontar esa tendencia «egoísta» con la aceptación de la propia ignorancia me resulta el reto más complejo, ya que es complicado «saber que no se sabe». Siempre intento mostrar esta idea en los textos, aun cuando soy consciente de la fragilidad del argumento en tanto convertirse en portavoz implica asumir, justamente, esa incapacidad de conocer todo lo que desearía.
Muchas gracias por traer a colación un argumento tan interesante (y espinoso).
Hay una anécdota de un cadí de Córdoba al que el emir le tenía en gran estima. Un día le dijo, "te voy a hacer tan rico como sabio eres". El cadí le contestó "¿realmente quiere mi señor hacerme muy rico?". El emir, sorprendido, le contestó: "por supuesto". El cadí le miró y le dijo "no creo que nadie tenga bienes suficientes para pagarme por lo que no sé pero si los hubiera, esa sería la forma de hacerme realmente rico".
Es una historia (nunca he sabido si fue verdad o es una leyenda) pero que viene a decir lo mismo que Sócrates: "sólo sé que no sé nada". Porque es cierto: no sabemos por qué hemos nacido en este momento y no hace 1000 años o por qué lo hemos hecho cada uno en su sitio y no a 3000 kms y con una familia, cultura, creencias, etc totalmente diferentes, por ejemplo y dudo que la ciencia pueda resolvernos esas preguntas algún día.
También hay que decir: hay gente que piensa o al menos lo intenta. Hay otros que sólo persiguen los likes de otras personas igualmente superficiales. Unos y otros no pueden ser iguales: por eso decía que si contribuyes a que la gente piense por sí misma, a desarrollar su pensamiento crítico (tan necesario...) y a abrir su pensamiento (lo que normalmente no es sencillo y trae problemas), lo que escribas, aunque tenga raíz egoísta, tendrá otra serie de beneficios que se pueden aprovechar. Es entendible que Descartes cuando publicó el Discurso del método no lo hizo sólo por pensar sino también por otras razones egoístas. Pero ese libro hizo que se modificase la forma de pensar o, al menos, que se entendiese que había formas de pensamiento inexploradas.
Realmente este tema y el del problema jurídico "quién controla al controlador" son de los más interesantes porque no son 2+2 pero tienen vertientes que es necesario considerar a día de hoy. No creo que se deba impedir a nadie opinar incluso aunque sus opiniones sean disparatadas: nunca se sabe con qué o cómo alguien va a poder descubrir algo que no hubiera podido descubrir o en lo que no podía haber caído. Pero es evidente que alguien que conoce una materia y lo explica, fundamenta sus ideas con algo más que sentimientos o impulsos por lo que puede ayudar a otros a saber cómo pensar, no a qué pensar (que parece que es en lo que muchos están interesados a día de hoy).
Respecto a la valoración de la sabiduría, yo creo que es más un síntoma de que si no se piensa, tampoco se puede controlar filosóficamente al poder, sea este de la forma que sea. Sólo hay que ver los currícula de prácticamente todo el mundo occidental que intentan prescindir de álgebra, de filosofía o de historia. Me parece un error craso, exactamente igual que me parece disparatado que nadie vea como algo exagerado que un futbolista haga 1000 abdominales diarias para mantenerse en forma pero, sin embargo, un escolar pueda pasar con suspensos de curso. ¿Por qué el primero sí tiene que esforzarse en su profesión, mientras que el segundo da lo mismo si lo hace o no y preferentemente (casi) parece que es mejor que no lo haga? Una cosa es convencerse de que nunca se vaya a saber todo y otra muy distinta que ni siquiera se intente saber lo básico.
Creo que cuando nos movemos es porque algo que tiene que ver con “la supervivencia” nos obliga. Si no, tendemos a la quietud, a la comodidad, a quedarnos con eso que ya sabemos nos funciona por experiencia. Salvo esas excepciones a las que referís, hombres que vaya a saber una porqué no pueden quedarse quietos, y hacen que la cosa avance, a pesar de los acomodaticios. Saludos. Misántropa puertas adentro, más positiva pa fuera.
Bellísimo.
Muchas gracias, Pedro.