Gracias, Emi, por este recorrido tan lúcido sobre los matices del lenguaje crítico y sus degeneraciones contemporáneas. Qué importante es detenerse a distinguir entre sátira y sarcasmo, entre ironía inteligente y cinismo descarnado. Porque no es lo mismo herir con intención que rasgar con conciencia.
Me ha gustado que menciones que la sátira comienza por uno mismo. Qué poco acostumbrados estamos, en este tiempo tan dado a las certezas impolutas, a hacer de nuestro propio yo un campo de pruebas, a desmontar nuestras propias máscaras con humor, sin crueldad, pero también sin indulgencia. Y cuánto más fértil sería el debate si supiéramos reírnos así: no desde el púlpito, sino desde la intemperie del que se sabe también vulnerable, también falible.
Vivimos, como bien dices, en la era del meme como argumento, del juicio sumario envuelto en risa fácil, del ingenio sin profundidad. Y sin embargo, la sátira, en su forma más alta, es un espejo que devuelve el mundo deformado, sí, pero para que lo veamos mejor. Uno que hiere, a veces, pero en la medida en que nos despierta.
Gracias por recordarnos que no todo lo mordaz es valiente, ni todo lo gracioso es lúcido. Y que en un mundo tan saturado de palabras, sigue siendo revolucionario elegir con cuidado las que se lanzan.
Es que me parece fundamental saber reírse un poco de uno mismo, no tomarse demasiado en serio para, así, poder mirar a los demás —y sus actos— con un poco de bondad y escepticismo.
El problema, quizá, es que hemos caído en un pozo bilioso en el que la crítica mordaz no busca sacar a la luz los problemas, sino, simplemente, destruir o ridiculizar al otro, de manera que no podemos edificar, solo demoler.
Vivimos en una época donde todo se convierte en “contenido” y, como bien señalas, la sátira ha sido vaciada de su poder crítico para convertirse en simple escarnio. Me ha encantado cómo trazas el hilo entre Swift y el presente, recordándonos que el verdadero humor inteligente no busca simplemente hacer reír, sino hacernos pensar, incomodar y, a veces, hasta cambiar.
También me quedo con tu defensa del “empezar por uno mismo”. La sátira honesta nace del que ha sabido desmontarse, y no del que lanza piedras sin mirarse primero. Ojalá más humor que cuestione y menos sarcasmo que pisotee.
Muchas gracias, Javier. Los textos de Swift (todos ellos, desde Gulliver hasta los ensayos breves, que son una delicia) son un perfecto ejemplo del papel que debería jugar la sátira; un papel que se ha desvirtuado muchísimo, como exploro en el texto.
Y coincido contigo en la importancia de comenzar por nosotros mismos, porque (como suele ocurrir en todos los ámbitos) es fundamental reconocer nuestros límites para, a partir de ahí, construir y proponer.
Tiempo sin pasar por acá, Emi. Interesante. La sátira, la de verdad, crea algo nuevo, ilumina, despierta. Lo otro, repite, complace, adormece. Hay espacio para todo, pero no hay que perder el norte… si nos interesa el arte.
Me encanta como das, Emi, con la frase justa: "como si criticar debiera ser sinónimo de menospreciar a otros".
Creo que sufrimos un déficit crítico: nos han dicho que criticar es lo mismo que protestar. Cuando no. La crítica es una tarea muy seria que como tal nos deberíamos tomar en serio. Y efectivamente, una buena crítica no admite menosprecio alguno.
Otra joya descriptiva: "maniquí armado con prejuicios y percepciones que es la identidad", que incorporo a un post donde pretendo dar respuesta al misterio de la identidad (https://www.librosdeleer.es/identidad/)
"un mundo en el que todo es objeto de mofa, pero nada es materia de discusión"
Excelente descripción de la frontera entre el sano debate y el discurso del cuñao en cena de cumpleaños.
¡Qué culto eres papi! (no se dice culto, Lisa, se dice cultivado). Hoy me has enseñado tres palabras que desconocía, zahurda, hodierno y desopilante.
Creo que no hace falta resaltar el gusto que me dejas en el cuerpo :-)
Gracias, Emi, por este recorrido tan lúcido sobre los matices del lenguaje crítico y sus degeneraciones contemporáneas. Qué importante es detenerse a distinguir entre sátira y sarcasmo, entre ironía inteligente y cinismo descarnado. Porque no es lo mismo herir con intención que rasgar con conciencia.
Me ha gustado que menciones que la sátira comienza por uno mismo. Qué poco acostumbrados estamos, en este tiempo tan dado a las certezas impolutas, a hacer de nuestro propio yo un campo de pruebas, a desmontar nuestras propias máscaras con humor, sin crueldad, pero también sin indulgencia. Y cuánto más fértil sería el debate si supiéramos reírnos así: no desde el púlpito, sino desde la intemperie del que se sabe también vulnerable, también falible.
Vivimos, como bien dices, en la era del meme como argumento, del juicio sumario envuelto en risa fácil, del ingenio sin profundidad. Y sin embargo, la sátira, en su forma más alta, es un espejo que devuelve el mundo deformado, sí, pero para que lo veamos mejor. Uno que hiere, a veces, pero en la medida en que nos despierta.
Gracias por recordarnos que no todo lo mordaz es valiente, ni todo lo gracioso es lúcido. Y que en un mundo tan saturado de palabras, sigue siendo revolucionario elegir con cuidado las que se lanzan.
Es que me parece fundamental saber reírse un poco de uno mismo, no tomarse demasiado en serio para, así, poder mirar a los demás —y sus actos— con un poco de bondad y escepticismo.
El problema, quizá, es que hemos caído en un pozo bilioso en el que la crítica mordaz no busca sacar a la luz los problemas, sino, simplemente, destruir o ridiculizar al otro, de manera que no podemos edificar, solo demoler.
Qué necesaria esta reivindicación, Emi.
Vivimos en una época donde todo se convierte en “contenido” y, como bien señalas, la sátira ha sido vaciada de su poder crítico para convertirse en simple escarnio. Me ha encantado cómo trazas el hilo entre Swift y el presente, recordándonos que el verdadero humor inteligente no busca simplemente hacer reír, sino hacernos pensar, incomodar y, a veces, hasta cambiar.
También me quedo con tu defensa del “empezar por uno mismo”. La sátira honesta nace del que ha sabido desmontarse, y no del que lanza piedras sin mirarse primero. Ojalá más humor que cuestione y menos sarcasmo que pisotee.
Gracias por describirlo con tanta lucidez.
Un abrazo.
Muchas gracias, Javier. Los textos de Swift (todos ellos, desde Gulliver hasta los ensayos breves, que son una delicia) son un perfecto ejemplo del papel que debería jugar la sátira; un papel que se ha desvirtuado muchísimo, como exploro en el texto.
Y coincido contigo en la importancia de comenzar por nosotros mismos, porque (como suele ocurrir en todos los ámbitos) es fundamental reconocer nuestros límites para, a partir de ahí, construir y proponer.
Tiempo sin pasar por acá, Emi. Interesante. La sátira, la de verdad, crea algo nuevo, ilumina, despierta. Lo otro, repite, complace, adormece. Hay espacio para todo, pero no hay que perder el norte… si nos interesa el arte.
Eso es, en efecto. El problema es malinterpretar la sátira, que juega un papel esencial en nuestra comprensión del entorno.
Me encanta como das, Emi, con la frase justa: "como si criticar debiera ser sinónimo de menospreciar a otros".
Creo que sufrimos un déficit crítico: nos han dicho que criticar es lo mismo que protestar. Cuando no. La crítica es una tarea muy seria que como tal nos deberíamos tomar en serio. Y efectivamente, una buena crítica no admite menosprecio alguno.
Otra joya descriptiva: "maniquí armado con prejuicios y percepciones que es la identidad", que incorporo a un post donde pretendo dar respuesta al misterio de la identidad (https://www.librosdeleer.es/identidad/)
"un mundo en el que todo es objeto de mofa, pero nada es materia de discusión"
Excelente descripción de la frontera entre el sano debate y el discurso del cuñao en cena de cumpleaños.
¡Qué culto eres papi! (no se dice culto, Lisa, se dice cultivado). Hoy me has enseñado tres palabras que desconocía, zahurda, hodierno y desopilante.
Creo que no hace falta resaltar el gusto que me dejas en el cuerpo :-)
Mil gracias, Amancio, de verdad.
En tu comentario lo resumes bien: existe un déficit crítico que nos relega a ser consumidores pasivos, a abdicar de la interpretación constructiva.
Claro a más no poder. Y el que quiera entender, que entienda.
Gracias, Manuel.