Discusión sobre este post

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Avatar de Miguel García Álvarez

Este tema me fascina, y es algo sobre lo que he hablado en repetidas ocasiones con mucha gente. El pasado es mucho más que lo que «realmente aconteció», son los sentimientos que tuvimos, los futuros que nos imaginamos o los pasados que interpretamos (y reinterpretamos). Y, añadiendo una capa más, aquello que «realmente aconteció» también ocurrió para cada individuo desde una perspectiva personal y única. En conjunto, el pasado es una ilusión que se constituye de muchos pilares (con más o menos fundamento, más o menos compartidos) que nos hace quienes somos y nos permiten tirar adelante.

Al hilo de todo esto (aunque un poco tangencial), siempre me gusta mencionar un estudio que hicieron varios psicólogos a raíz del 11-S. Realizaron encuestas justo después del evento y las repitieron al año, a los dos años y a los diez años. Los entrevistados tenían que mencionar qué recordaban sobre ellos mismos cuando se enteraron del suceso y cómo recordaban el acontecimiento en sí. Curiosamente, al primer año, prácticamente la mitad de los entrevistados habían cambiado el relato sobre su circunstancia al enterarse del evento… y su seguridad con respecto a ello era la misma que después del accidente. Ese nuevo relato, en líneas generales, se mantenía intacto a los 2 años y a los 10 años. Para mí, este estudio de 2015 ( https://doi.org/10.1037/a0015527 ) fue toda una confirmación de cómo reconstruimos el pasado a nuestro antojo.

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Avatar de Chus Recio

Este texto me ha hecho pensar —con cierto temblor— en esa delgada línea que separa el relato que nos sostiene del relato que nos engaña.

Porque mientras te leía, no podía evitar preguntarme: ¿no hay algo de autoengaño en inventar el pasado? ¿No corremos el riesgo de edulcorar, de traicionar lo vivido cuando lo coloreamos con lo que querríamos que hubiese sido?

Y, sin embargo, algo en tu texto me disuade de esa sospecha. Porque no defiendes el olvido ni la negación, sino esa forma de invención que, en lugar de borrar, interpreta.

A veces lo que inventamos está lejos de lo que ocurrió, porque lo que busca es comprender lo que ocurrió. En ese sentido, como decía Rilke, “la verdadera patria del hombre es la infancia”… pero no la infancia real, sino la que nos hemos narrado una y otra vez.

Quizá el problema no sea imaginar el pasado, sino olvidarse de que lo estamos imaginando. Y ahí está la clave: en la lucidez con la que tejemos nuestras ficciones. En la conciencia —sí, también ética— con la que decidimos qué hilos sostenemos, incluso sabiendo que algunos fueron prestados por la nostalgia o el deseo.

Me quedo con esa imagen final de la moneda: lo vivido como forma, lo imaginado como huella. Tal vez eso somos: una acuñación entre la materia y el sueño.

Gracias por recordarlo con tanta belleza.

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