Los griegos llamaron Kairós a este momento propicio en el que hay que actuar, entre lo demasiado temprano y lo demasiado tarde, este arte de deslizarse en los intersticios del tiempo. Representaban a Kairós, el dios de la oportunidad, como un joven con un mechón de pelo en la cabeza. Cuando pasa, surgen tres posibilidades: o no lo vemos, o lo vemos y no hacemos nada, o lo agarramos por el pelo y lo controlamos. Tienes que saber cómo agarrar tu tiempo por los pelos, aunque ello implique estrellarte en un callejón temporal sin salida si cometes un error. Solo el hombre o la mujer de acción, con la ayuda de su intuición, sabe aprovechar el momento y nunca lo deja pasar, dejando a todos sus rivales atrás, colgando de un hilo. Ellos malinterpretaron el evento, lo vieron como lo veían todos, sin verlo.
Un Instante Eterno. Filosofía De La Longevidad, Pascal Bruckner
«Agarrar el tiempo por los pelos» dibuja una imagen en la imaginación bastante poderosa; no sé tú, pero yo veo a un joven retorciéndose de dolor porque un energúmeno sin escrúpulos —es decir, yo mismo— le agarra con firmeza su cabellera ondulante, fogosa y rojiza (así lo retrato en mi cabeza), incapaz de zafarse de la presa. Es un acto violento, que refleja la imperiosa necesidad que tenemos (¿que tenemos…?) de apresar la oportunidad, de no dejar escapar esa ocasión, de no perder algo que creemos valioso.
Bruckner habla en su ensayo sobre el aprovechamiento del tiempo, de no dejarse vencer por la edad como si no pudiésemos ya, llegados a un cierto punto, gozar de las oportunidades que nos brinda la vida. Pero, tras leer su libro, no hacía más que pensar en ese concepto: «aprovechar» el tiempo, «aprovechar» la ocasión. ¿Existen, en verdad, circunstancias que no volveremos a disfrutar si no los apresamos en un instante concreto? Es obvio que en algunos casos, así es; pero, por regla general, pensamos en las oportunidades como criaturas que revolotean a nuestro alrededor sin que consigamos apresarlas, como si hiciesen mofa de nuestras estúpidas pretensiones.
Quizá esa obsesión con la productividad que impera en nuestros días nos arrastra a considerar la vida como una sucesión de ocasiones que no debemos dejar escapar. Como si de una caza del tesoro infantil se tratase, nos situamos en una realidad compuesta por joyas refulgentes que nos deslumbran con sus destellos, pero a las cuales no siempre tenemos acceso; de hecho, su cantidad (al fin y al cabo, la existencia está llena de momentos irrepetibles y únicos) hace imposible que nos hagamos con todas ellas, de manera que la frustración crece y crece.
En la mitología griega, Crono (o Kronos) era tenido por el dios del tiempo considerado como una sucesión, un flujo, una percepción cuantitativa de ese continuo devenir; Kairós, por su parte —como bien explica Bruckner—, era el dios del instante, de la percepción cualitativa del momento como algo único. No sé a ti, pero a mí me llama mucho más la atención la idea de tiempo del primero: me gusta pensar que el tiempo puede disfrutarse como un estado, un proceso ininterrumpido (hasta el momento de nuestra partida, claro está) que no nos exige una concentración, una actitud de alerta ante los hechos que van sucediéndose. Kairós puede resultar atractivo de un primer vistazo, pero me resulta una figura que relaciono con la acción, con la obsesión por asir lo inasible y frenar algo que no puede ser detenido. Una suerte de combate entre el ser y el estar; entre la inmovilidad y la acción.
Esas parejas de términos no constituyen dicotomías: es evidente que las conjugamos todos los días y que no renunciamos a una cuando escogemos o empleamos la otra, pero no dejan de simbolizar, si te fijas, dos formas de afrontar la vida que presentan claras diferencias. Y es que el instante eterno de Bruckner puede ser un flujo de disfrute y no tanto una aprehensión del momento. En lugar de concentrarnos en aprovechar esas ocasiones que vienen y van, con las que tanto nos obsesionamos, quizá sería conveniente entender el tiempo como una constante ocasión de placidez, una corriente de gozo a la espera de ser degustada. Sí, es cierto que la vida nos asesta golpes inesperados, nos zarandea y defrauda; pero, si consideramos en detalle nuestras existencias, el 99 % de nosotros estaremos de acuerdo en que los instantes de calma son mucho más constantes que los inestables, dolorosos o frustrantes. La cuestión es que pueden llegar a pasar desapercibidos si te pillan mirando hacia otro lado.
El afán productivo que acapara nuestra actualidad puede llevarte a pensar en la vida como una sucesión de instantes preciosos que se pierden si no estás atento. Y, sin embargo, es esa propia sucesión, ese flujo de tiempo que Crono encarna, la verdadera joya de nuestra existencia. Creo que la felicidad no estriba en aprovechar los momentos concretos de la vida (aunque en algunos casos sea necesario reconocer la coyuntura y perseguirla), sino en sentir el continuo devenir como una ocasión en sí misma. Como escribe Luis Goytisolo en Antagonía, es como «…la capacidad del niño de vivir el presente, minuto a minuto, de forma que la noción de duración y la de instante llegan a confundirse en una dilatada secuencia». No se trata, en absoluto, de una receta de autoayuda, sino de una visión global de la propia existencia: obcecarse en el descubrimiento de «oportunidades» nos hace insensibles al mero hecho de estar viviendo, continuamente, instantes hermosos que son, en su pequeñez, únicos. Quizá, en lugar de afanarnos por aprovechar el tiempo, deberíamos centrarnos en, simplemente, acariciarlo.
Emi, otro gran artículo. Gracias, como siempre.
Me encanta que hayas tocado el tema de la “oportunidad”. Estoy de acuerdo contigo en que yo también prefiero acariciar esos momentos cotidianos, esos momentos en calma, en vez de lanzarme cual loquita detrás de aquello que reluce.
No obstante, también soy partidaria de afinar la escucha de nuestra intuición para discernir cuando sí merece la pena ir detrás de aquello que se nos acaba de presentar (aunque suponga un esfuerzo). Yo aún ando practicando esa escucha, ese discernimiento. Por lo general, si esa oportunidad genera en mi una sensación de “urgencia” y extremismo de “es ahora o nunca” la dejo pasar.
Gracias por compartir y felices días☺️
Muy buen artículo, Emi, como siempre.
Yo tenía otro entendimiento de los conceptos griegos. Para mi, Cronos era el tiempo cuantitativo, Kairos el cualitativo, y que este último se experimenta cuando estamos completamente en el momento.
Qué interesante leer tu otra perspectiva.