Discusión sobre este post

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Avatar de Clara Síem

Hola Emi! Has tocado un tema central en mi vida... 😌 Por mi forma de ser natural, junto por las secuelas de una infancia realmente difícil, el mundo de las emociones ha sido, en las últimas 2 décadas, mi especialidad forzosa.

Te diré que coincido plenamente en tu análisis sobre la ingobernabilidad de las emociones. Es más, también son ingobernables los pensamientos, al menos en su origen, pues la mayor parte de ellos brotan del subconsciente sin nosotros poder hacer nada por evitarlo. Otra cosa bien distinta es qué hacemos con ellos una vez que ya los tenemos "rondando" en la cabeza.

Por mi experiencia, creo que en ambos casos, tanto en las emociones como en los pensamientos, lo más parecido a una estabilidad-paz a la que podemos aspirar es a saber fluir con todo ello sin perdernos a nosotros mismos por el camino.

Es decir, saber que *ni esas emociones ni esos pensamientos somos nosotros*, sino que son estados transitorios (y en gran medida involuntarios) de nuestro aparato psico-físico. Del humano que habitamos.

Esta pequeña pero importante distancia entre "yo" y "mis emociones" o "yo" y "mis pensamientos" es crucial para poder sostener los vaivenes de ambos aspectos, que además están íntimamente relacionados entre sí, con cordura.

La forma más rápida (que no fácil) de fomentarla que conozco es la meditación. (Siempre ando haciendo apología de la meditación, pero es por varias buenas razones! 😊)

No suelo hacerme autobombo en los comentarios ajenos, pero tal vez te apetezca y te guste leer mi última carta, llamada "Surfear emociones", que casualmente trataba sobre cómo relacionarnos de la manera más sana y consciente con los vaivenes emocionales (sobre todo, con las emociones más "incómodas", que le digo yo). Si te animas a leerla, espero que te guste o aporte algo valioso.

Un abrazo Emi. 🙏 Gracias por poner sobre la mesa este tema tan importante (creo yo).

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Avatar de Jaime Blanco

Emi, he leído tu texto con gran interés y no puedo sino coincidir con la profunda reflexión que haces sobre nuestra condición humana, especialmente en lo que respecta a la «servidumbre» a la que nos someten nuestras emociones. Sin embargo, no puedo evitar pensar en un aspecto que, a mi parecer, subyace en todo lo que has descrito: la muerte.

La muerte, ese gran tema tabú en nuestra sociedad moderna, esa en la que nunca pensamos (o muy poco), paradójicamente, debería ser una presencia constante, ineludible, en cada uno de nuestros pensamientos y emociones. Vivimos, como bien dices, como pompas de jabón a merced de la brisa, conscientes, aunque no siempre de forma explícita, de que esa brisa no solo es la fortuna caprichosa, sino también el aliento implacable de la muerte, que nos espera a todos.

En un mundo donde buscamos ansiosamente la estabilidad (coincido contigo), tal vez el único recordatorio seguro que tenemos es que la muerte llegará. No sabemos cuándo, ni cómo, y es precisamente esa incertidumbre la que, creo, nos impulsa a buscar el ilusorio equilibrio que tan brillantemente describes. Nos aferramos a la vida, a las emociones, al orden que intentamos imponer en un cosmos caótico, quizás porque, en el fondo, todos tememos ese momento final en el que todo se detendrá.

Hablar de la muerte no es popular hoy en día; es incómodo, incluso angustiante. Pero es necesario tenerla presente, porque su certeza es lo que da sentido a nuestras dudas, a nuestras ansias de control, y a la fragilidad que compartimos. La muerte, en su inexorabilidad, nos iguala y nos recuerda lo efímero de nuestra existencia, y es precisamente esa conciencia la que puede darle un nuevo significado a nuestras luchas diarias con los afectos y a ese vaivén emocional que describes tan estupendamente.

Al igual que con la incertidumbre de nuestros sentimientos, tal vez deberíamos aprender a abrazar la certeza de la muerte, no como una sombra que nos acecha, sino como una realidad que nos puede liberar de esa lucha constante por un control que deseamos pero que nunca será completo. Creo firmemente que resignarnos a nuestra fragilidad no es solo un acto de aceptación de nuestras emociones, sino también un reconocimiento de que la vida, en su transitoriedad, es preciosa, precisamente porque es finita.

Te agradezco enormemente, Emi, el provocar estas reflexiones en mí y por compartir una visión tan rica y matizada de lo que significa ser humano.

Gracias por compartir tus reflexiones. ❤️

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