Discusión sobre este post

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Avatar de Javier Jurado

Muy buen escrito, Emi. Al leer tus palabras me resonaba el potente contenido de estos conceptos de voluntad y perseverancia en el ser que han gravitado fuertemente en el pensamiento de otros autores, particularmente y con permiso de Spinoza como gran antecesor, de los románticos del siglo XIX tan cargado de irracionalidad.

Por ejemplo, para Schopenhauer, la voluntad es la esencia de todo lo que existe, pero no una fuerza creativa ni racional al estilo kantiano que citas, sino una energía ciega e irracional que impulsa al ser humano a desear sin descanso. Este deseo perpetuo es el núcleo del sufrimiento, pues la voluntad carece de un propósito final. En este marco, el “perseverar en el ser” no es más que una manifestación de este impulso irracional, que condena al individuo a un ciclo interminable de frustración. Schopenhauer, influido por el budismo, propone liberarse de esta esclavitud mediante la negación de la voluntad y el desapego.

Para Kierkegaard, el concepto también es central. A su estilo asimila parte de este sufrimiento en forma de angustia y desesperación. La voluntad sería el medio a través del cual el ser humano afronta su responsabilidad de convertirse en sí mismo. La elección es crucial: solo al tomar decisiones auténticas, el individuo puede perseverar en el ser, no como un mero “estado” de conservación, sino como un proceso dinámico de realización personal. La “desesperación” es el estado de una voluntad que no logra alinearse con la llamada a trascender la mera finitud. Para él, perseverar en el ser no es simplemente un esfuerzo por mantener la existencia terrenal, sino un acto de reconciliación con lo eterno, lo divino. Este perseverar implica asumir la angustia de existir como una tarea en la que el individuo busca a Dios, quien es la garantía última de sentido.

Entre nosotros, Unamuno recoge esta idea en buena medida de Kierkegaard - a quien dicen que pudo leer aprendiendo directamente danés -. Pero para el vasco, la idea de la voluntad se sitúa en un marco mucho más incierto y trágico. Para él, el deseo de permanencia no es solo un impulso biológico, sino una necesidad profundamente existencial: la lucha por preservar la propia identidad frente a la finitud y la muerte. La voluntad de perseverar en el ser se convierte, así, en una batalla contra la nada, un anhelo que mezcla esperanza y angustia. En este sentido, la voluntad es existencial, marcada por la tensión entre el deseo de inmortalidad y la certeza de la muerte. En definitiva, de seguir perseverando en el ser.

Y finalmente me viene a la cabeza Bergson, quien concibe la voluntad como un élan vital, un impulso creativo que atraviesa el tiempo y se manifiesta en la experiencia subjetiva de la duración. Perseverar en el ser, desde esta perspectiva, no es un acto de simple conservación, sino de transformación continua. Para Bergson, el ser humano, como expresión del élan vital, tiene la capacidad de superar sus limitaciones mediante la creatividad, integrando la temporalidad como un proceso vivo y dinámico.

Y entre medias, sin duda, Nietzsche, a quien bien citas. Pero te matizo un poco: en Nietzsche, la voluntad con pasión y vigor no es “del género humano” sino de “los menos”, los “hiperbóreos”, los que dicen sí a la vida y son afirmativos. No todos están dotados para ejercer esa voluntad y no podemos renunciar nunca al principio jerarquizante en el alemán. De hecho, para Nietzsche, “los más” niegan la voluntad, la castran y domestican, la convierten en nada. Son los nihilistas.

Abrazo.

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Avatar de Iván Leal

No tiramos los muros a base de cabezazos. El éxito no es perseverancia bruta que a veces se idealiza, es perseverancia inteligente.

Gracias, Emi 🖤

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