La newsletter que tiene todas las respuestas
O por qué es bueno dudar de todo y no dar nada por sentado
Con la universalización de internet a comienzos del siglo la percepción general sobre algunos conceptos empezó a modificarse de manera sustancial. La aparición de las redes sociales, sobre todo en los últimos años, ha provocado que algunos de esos conceptos sean aún más complejos de explicar.
Pienso, en concreto, en la definición de «novedad». A priori quizá parezca un término sencillo de definir, pero lo cierto es que nuestras apps nos inducen a creer que hay cosas que parecen nuevas, cuando en verdad llevan existiendo mucho tiempo.
No hablo de objetos, claro está, sino de ideas, tendencias o estrategias. Cuando uno se asoma a Twitter (me refiero a esta red social por dos motivos: a) es en la que paso más tiempo; y b) creo que promueve algo más que el resto la conversación, o al menos la exposición de ideas) y brujulea por su feed, probablemente acabe topando con hilos y tuits que hablan de cómo hacer no-sé-qué, de cómo montar no-sé-qué-proyecto o de cómo mejorar en no-sé-qué-disciplina.
Dejando de lado el tema gurú/marketiniano (del que quizá me aventure a hablar en otra ocasión, porque puede dar mucho de sí), todos esos consejos o tácticas apelan a nuestros puntos débiles: el deseo de…, la aspiración a…, la carencia de… Sin embargo, casi todos ellos presentan una exposición pobre en términos de argumentación: sus «respuestas» son simples, banales, ramplonas. Todo gira en torno a lo que podrías llegar a hacer si… [introduzca aquí una solución idealizada de su ámbito de interés].
Y es que el género humano avanza a pasos pequeños de manera habitual, sin poner en duda lo que ya sabemos, pero sin descubrir cosas revolucionarias.
Hasta que llegamos a una etapa diferente…
Kuhn al rescate
Thomas Samuel Kuhn fue un físico al que le interesaba el estudio de la ciencia como filosofía, por lo que se propuso analizar los fundamentos de la práctica científica para investigar cómo se avanza en el terreno de los descubrimientos desde una perspectiva que tiene en cuenta el devenir histórica de la disciplina.
En su libro La estructura de las revoluciones científicas, publicado en 1962, expuso su paradigma: la ciencia avanza de dos formas diferentes:
La forma «normal» es la más común. Es el modo en que los científicos trabajan cotidianamente a lo largo de la historia, sin cuestionar los presupuestos (nunca un término tuvo más sentido) anteriores. A partir de las teorías establecidas, la ciencia va llevando a cabo investigaciones que perfeccionan o encuentran utilidad a esos presupuestos, pero sin realizar avances destacables. A partir de esas ideas, Kuhn indica que los científicos resuelven enigmas: es decir, resuelven escenarios o aplicaciones a partir del marco común.
La segunda forma sería el periodo de crisis. Cuando los científicos se topan con algo inusual, irresoluble, se dan cuenta de que los presupuestos con los que trabajan ya no son válidos –o suficientes–, por lo que empiezan a surgir nuevos marcos teóricos que ayudan a explicar esas «anomalías» que se han descubierto. Cuando el tiempo pasa, algunas de las nuevas teorías puede llegar a desplazar a los antiguos supuestos, lo cual provoca un avance enorme dentro del campo en cuestión.
Desafía la rotundidad
Aquí es donde el paradigma de Kuhn nos puede ayudar a entender el funcionamiento de la «novedad» dentro (y fuera) de las redes.
Cuando pensamos con detenimiento en las «soluciones» que ofrecen muchos usuarios de redes sociales (léase: ser más productivo; ganar más dinero; conseguir más seguidores; tener una vida más tranquila, etc.) nos damos cuenta enseguida de que son ramplonas, ingenuas: son los presupuestos bajo los que hemos operado en los últimos años, pero disfrazados de nuevas teorías revolucionarias.
Son respuestas normales que pretenden ser grandes avances.
Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en el campo de la gestión del conocimiento, que ya sabrás que es uno de los temas centrales de esta newsletter: todos somos un poco gurús (quien esté libre de pecado…) y exponemos ideas en nuestras redes sin reparar en la poca relevancia de esas ideas.
Es cierto que, en muchos casos, no se trata de una mala intención adoctrinante o proselitista, sino de una exposición de casos comunes que pueden servir de ayuda u orientación a aquellos recién llegados que saben menos del tema, o quizá son, simplemente, unas ideas apresuradas sin intención de abordar en profundidad el tema.
Sin embargo, hay que tener cuidado con las personas que, a sabiendas, hacen gala de un gran muestrario de soluciones para esa cuestión sobre la que te interesas (da igual el campo que sea). Solo voy a citar a un personaje concreto, pero creo que puedes hacerte una idea del tipo de usuario de red social al que me refiero.
Me llama mucho la atención la admiración que causa Naval Ravikant en la comunidad tuitera patria (imagino que internacional, a tenor de los cientos de miles de seguidores que tiene). Un hombre que no lanza un tuit sin una «idea» profunda, rotunda, expresada en términos binarios: o la haces tuya, o fracasas.

No se trata de si la idea es válida o no, sino de definir el campo de acción de la misma. La vida es compleja, azarosa y sujeta a múltiples condicionantes; reducir las cosas a la posibilidad de elegir por uno mismo qué hacer o qué no hacer es extremadamente simplista. Como seres sociales (en todos los ámbitos) nuestras acciones y decisiones dependen de muchos factores, tanto internos como externos.
La reducción de ideas al mínimo (recuerda: no solo es Naval, son cientos de personas lanzando mensajes de la misma índole en todas las redes sociales) es la forma «normal» de hacer avanzar el mundo: no hay duda, no se cuestiona lo establecido, no se sospecha de lo que ya sabemos.
Si queremos avanzar realmente (tanto a nivel individual como social) debemos desafiar esos paradigmas convencionales. Ir más allá.
¿La creación como avance?
Quizá esperes aquí una respuesta taxativa que te ayude en el proceso.
Lo siento. No la tengo.
De hecho, si la tuviese estaría cayendo en mi propia trampa, puesto que mi conocimiento actual no me permite poner en cuestión lo que sé para descubrir algo nuevo. Confieso haber tuiteado alguna vez ideas un tanto trilladas, pero me niego a hacerlo en esta newsletter. Considero este espacio un campo de reflexión, lo cual quiere decir que, en muchas ocasiones, solo voy a tener preguntas, pero no respuestas.
Dicho esto, creo que la mejor manera para buscar esos nuevos supuestos que nos permitan avanzar es encontrar un equilibrio entre el consumo y la creación. (Ya hablé de ello en una pasada edición, por si quieres echarle un vistazo). Normalmente, estas ideas se propagan porque las redes propician el que las compartamos sin ponerlas en duda: un clic, un like y un retuit. Listo. A por el siguiente meme.
Pienso que el proceso de creación puede ayudarte a reflexionar sobre aquello que te interesa y encontrar aspectos que te habían pasado desapercibidos cuando lo descubriste. La necesidad de (re)elaborar una idea suscita nuevas teorías, nuevos pensamientos al respecto, lo cual propicia un proceso de pensamiento complejo. Desde luego, mucho más complejo que limitarte a guardar una frase afortunada, sin más.
Quizá en ese acto de creación no surja nada disruptivo, pero no me cabe duda de que habrás cavilado sobre el tema y habrás podido formarte una serie de nuevos conceptos, aunque solo sea para atesorarlos en tu cabeza (o, como en mi caso, en Notion). El objetivo es que te cuestiones aquello que, en su momento, te pareció acertado o interesante: míralo desde otros puntos de vista, confronta su pertinencia con todo aquello que conoces, intenta relacionarlo con elementos muy distintos. Todo ello te permitirá abrir la mente y no aceptar sin más algo que has consumido de forma –más o menos– pasiva.
¿Será esa la respuesta? Repito: no lo sé.
Pero sí que confío en la capacidad de la creación (recuerda que es un acto divino) para sacudir nuestra mente acomodaticia. Mediante ella podemos cuestionarnos nuestras certezas, lo cual conduce, inexorablemente, a ideas nuevos paradigmas que nos resulten útiles.
Y eso es lo que nos hará avanzar. Lo que te hará avanzar.
Para auto(des)conocerse
Ya que la newsletter de hoy versa sobre la ciencia, uno de los divulgadores más entretenidos e inteligentes es Richard Dawkins. Aunque recomendaría cualquiera de sus libros, La ciencia en el alma reúne unos cuantos ensayos sobre temas diversos que exponen las ventajas de la ciencia para hacer frente al complejo mundo que nos ha tocado vivir.
Quizás el éxito de ese tipo de cuentas resida en que lanzan mensajes simples y son comprensibles por más personas.
Hay fenómenos que no logro explicarme. He tenido que dejar de leer en el primer capítulo libros de supuestos gurús porque eran infumables, llenos de clichés y filosofía barata, aparte de mal redactados. Con cientos de comentarios positivos.
Sigamos observando y reflexionando. ☺️