Exhalación, de Ted Chiang - Entre líneas #2
Cómo la ciencia ficción especulativa nos ayuda a comprendernos a través del tiempo
Si hay una característica del género de ciencia ficción que lo pueda convertir en auténticamente trascendente es su capacidad especulativa (de hecho, constituye un subgénero por sí mismo), la posibilidad de elaborar hipótesis no solo sobre un virtual desarrollo tecnológico, sino sobre cómo los seres humanos hacen frente a desafíos culturales e intelectuales operando en contextos u/dis-tópicos (incluso ucrónicos, como definimos en su día) o imaginarios. Allí donde solemos dar por sentadas ciertas formas de actuar o nos conformamos con usos y costumbres cotidianos, la mirada del escritor puede romper las barreras de lo real para fantasear sobre las alternativas que se nos brindarían —o, si prefieres el futuro al condicional, brindarán—, esbozando así los primeros trazos de un mapa que nos servirá de guía en ese futuro contingente.
Ted Chiang es un magnífico revisionista de realidades. Sus relatos (escasos en conjunto, pero que le han deparado docenas de premios y el reconocimiento mundial) no se conforman con presentar al lector escenarios de ficción en los que se encuentran los clásicos elementos del género —mecanismos imposibles, tecnologías avanzadas, criaturas desconocidas—, sino que abren la puerta a la elucubración, a la conjetura y, por supuesto, a la ensoñación. Quizá por eso sus textos no pueden etiquetarse sin más como «ciencia ficción», sino que, en la más pura tradición borgiana, hallamos en ellos una narrativa que ofrece elementos para poner a prueba nuestros juicios, para desafiar nuestros principios y para hacernos dudar de nuestras certezas.
En su primer libro de relatos publicado en castellano, La historia de tu vida, el tema que dominaba el conjunto era el de la comunicación, el lenguaje como vehículo de conexión o de incomprensión; no en vano el cuento que daba título al volumen (y llevado a la pantalla con gran talento —si bien alejándose bastante, como suele ocurrir, de la narración original— por Denis Villeneuve) basaba su trama en el desesperado intento por comunicarse con unas entidades extraterrestres con las cuales parece imposible encontrar elementos en común. En este segundo libro también hay un tema que subyace a casi todos los relatos: el pasado. Si el tiempo nos construye como seres humanos, si la percepción de las cosas nos ayuda —o dificulta— para entender el mundo (algo que Husserl desarrolla en otros términos, pero igualmente interesantes), entonces el pasado es solo un componente más o menos «material» que podemos emplear tanto para conocernos mejor como para conocer a otros. Chiang utiliza el pasado en varios textos como herramienta de búsqueda, pero también como espejo deformante o como útil de aprendizaje; el tiempo no solo deviene recurso estilístico para construir fábulas, sino concepto de elucubración para investigar cómo nos afecta en tanto que seres en constante cambio y dotados de mentes dúctiles. El pasado, así, se convierte en una espoleta que nos acicatea a pensar tanto en lo que ya ha ocurrido como en lo que ocurrirá, porque el flujo del tiempo nos brinda oportunidades para explorar cómo influye todo ello en nuestra mente, en nuestra razón y en nuestras emociones.
Veamos algunos ejemplos de distintos relatos.
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