Ética Nicomáquea, de Aristóteles - Voces de la razón #1
Por qué Aristóteles aún nos puede guiar en la búsqueda de la felicidad
Si hay algo que nos hace únicos, al menos en un sentido ontológico, son las preguntas acerca de nuestros comportamientos que resuenan incesantemente a lo largo de nuestras vidas: ¿cómo debemos actuar?; ¿qué significa conducirse «bien» en sociedad?; ¿cómo definimos y valoramos esos modos de ser? Puesto que somos animales sociales, es inevitable que estas cuestiones surjan en nuestra cotidianeidad, brindándonos —o condenándonos— a reflexionar sobre qué tipo de relación estamos construyendo y cómo deberíamos vivir para aspirar a la felicidad, tanto en soledad como en grupo.
Aristóteles se preguntó todo esto allá por el siglo IV a. C. Y quizá pienses que más de dos milenios de distancia suponen abismales diferencias entre su visión del mundo (mucho más simple y reducida que la que podamos tener hogaño) y la nuestra, pero la lectura de sus obras disipa muchas inquietudes. Si bien los seres humanos nos desvivimos por la innovación, por el desarrollo, por la invención constante, ciertas partes de nosotros parecen seguir mostrando las mismas características hoy como hace dos mil quinientos años: si bien (como te decía en este artículo) la literatura y la filosofía pueden, en ocasiones, confundir sus objetivos, lo que no ofrece dudas es el hecho de que las inquietudes humanas se perpetúan en el tiempo con una inmarcesible obstinación. Lo que consideramos «grandes cuestiones», por rimbombante que suene, continúan preocupándonos y ocupándonos: y, al no verse resueltas de forma taxativa, nos brindan la oportunidad de valorar —en relativa igualdad de condiciones— tanto las teorías antiguas como las contemporáneas.
El filósofo griego trató de ofrecer una visión práctica de lo que consideraba que era una «vida buena»: una existencia que permita al hombre ser feliz y conducirse en sociedad. A priori puede tomarse como un propósito inocente o ramplón, pero la teoría que Aristóteles construye para desarrollar sus ideas sigue siendo, hoy día, coherente y fructífera. Y es que, por encima de todo, el filósofo pretendía dotar a sus contemporáneos de una guía basada en la virtud como herramienta para alcanzar la felicidad: una noción hasta cierto punto revolucionaria y que se alejaba un tanto de acercamientos anteriores (Platón, por ejemplo), que ponían el énfasis en la sabiduría como única fuente de satisfacción personal.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Auto(des)conocimiento para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.