En 1926, una pequeña editorial alemana publicó un libro póstumo que no tuvo apreciable relevancia comercial. Sin embargo, décadas más tarde esa obra se ha convertido en una paradoja existencial que fascina y desconcierta a partes iguales, provocando en los lectores un extrañamiento que, probablemente, no llegue a disiparse por muchos intentos de lectura que hagamos. Quizá Kafka estaba convencido de la futilidad de su intento por plasmar ese absurdo que los existencialistas analizarían con minuciosidad algunos años más tarde, puesto que abandono la escritura de la novela meses antes de su muerte. Comoquiera que sea, la visión oscura y pesimista del austrohúngaro decidió el destino de un libro que desafía cualquier interpretación y que sigue agitando las entrañas de aquellos que nos arriesgamos a ser testigos de las peripecias de K. en un pueblo perdido, a los pies de un imponente y desconcertante castillo… aun cuando la obra quedara inacabada.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Auto(des)conocimiento para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.