Nunca será bastante recomendado el estudio de los textos; es el camino más corto, el más seguro y el más agradable todo género de erudición; poseed las cosas de primera para mano, id a la fuente, manejad y manosead el texto, aprendedlo de memoria, citadlo en las ocasiones, preocupaos, sobre todo, de penetrar su sentido en toda su extensión y circunstancias; conciliad a un autor original, ajustad sus principios, sacad vos mismo las conclusiones; […] Acabad así de convenceros con este método de estudio de que es la pereza de los hombres lo que ha animado a la pedantería a engrosar, más que a enriquecer, las bibliotecas, a sumergir el texto bajo el peso de los comentarios, y que de este modo se ha perjudicado a sí misma y a sus más caros intereses, multiplicando las lecturas, las investigaciones y el trabajo que se proponía evitar.
Los caracteres, Jean de La Bruyère
Es difícil imaginar en este momento, frente a esta pantalla en la que me lees, que hubo un tiempo en el que la forma de consumir información era sustancialmente distinta; un tiempo de morigeración, de templanza, de lentitud, de deleite; un tiempo que reclamaba nuestra atención y nuestra devoción, que era tan pródigo con nosotros como lo éramos con él. Hubo un tiempo en el que la distancia entre la ignorancia y el conocimiento era abismal, inconcebible, inconmensurable… y, aun así, muchos empleaban sus vidas en cruzar el abismo para ir en busca de lo desconocido.
La Bruyère, pese a vivir en una época que había logrado acercar un ápice la disponibilidad del saber al común de las gentes, todavía habitaba un mundo plagado de incultura, en el que alcanzar cierta sabiduría implicaba un esfuerzo ímprobo y una dedicación exhaustiva (algo que, por otro lado, excluía —necesariamente— a una enorme cantidad de personas). Quizá por este motivo nos pone en guardia ante la aparición de los «intermediarios» del conocimiento: aquellos que se erigen como fuentes fidedignas de información y la transmiten al vulgo para «ilustrarlos» El uso que hago de las comillas es muy deliberado y entronca, además, con lo que hoy día se continúa observando en el entorno comunicativo (lo que incluye a esta red, por ejemplo): una prodigalidad inquietante de gentes que dicen ayudar, acompañar, interpretar, explicar, enseñar o ilustrar a aquellos que desconocen.
A estos mercachifles del saber se ha unido en estos tiempos recientes la aún más ubicua inteligencia artificial, que no solo satisface la ambición de conocer que nos sojuzga y seduce, sino que además lo hace con una rapidez cercana a lo divino (de su fiabilidad, eso sí, habría que hablar largo y tendido…). Lejos quedan los tiempos de La Bruyère en los cuales era necesaria media vida para adquirir conocimientos básicos: hogaño todo está a un clic de distancia, a un parpadeo, a un milisegundo. Y, pese a ello, seguimos siendo fundamentalmente ignorantes.
«Conciencia no es lucidez. La lucidez, monopolio del hombre, representa el resultado del proceso de ruptura entre el espíritu y el mundo; es necesariamente conciencia de la conciencia y, si nos distinguimos de los animales, a ella sola corresponde el mérito o la falta por ello», dice Emil Cioran en La caída en el tiempo. La lucidez, pues, nos impone una distancia entre lo que somos, lo que sabemos, y lo que el mundo ofrece. Pienso que es importante esta idea, porque explica esa impresión de que la conciencia nos basta para «saber» y profundiza en ello: no basta ser «conscientes» de la información —reunirla—, sino que precisamos de la lucidez para insertarla en el mundo e interpretarla, decodificarla, para así extraer su potencial. Cuando La Bruyère habla sobre acudir a las fuentes, penetrar su sentido, alude justamente a esa lucidez: no es suficiente con ser conscientes de los datos, sino que debemos asegurarnos de su pertinencia.
Por eso los procesos creativos exigen una suerte de obsesiva reinterpretación, un trance intelectivo, una digestión fáctica. No se trata de invocar a las musas, sino de perseguir el bagaje cultural suficiente para elaborar la idea novedosa, la creación singular, el invento inédito, a los cuales no hubiera sido posible llegar de otra manera. Como veremos el domingo de la mano de Jon Fosse, la creatividad no tiene nada que ver con inspiraciones o númenes, sino con un trabajo de extracción que, entre otras muchas cosas, reclama que conozcamos esas fuentes de las que habla La Bruyère con rigor. Puede que humanos y procesadores nos brinden resúmenes y listados, explicaciones y comentarios, pero nada puede sustituir a esa lucidez que nos marca como personas más allá de la mera conciencia. Pienso que el saber, como ya hemos comentado en otras ocasiones, es un trabajo demandante: los atajos, como ocurre muchas veces, solo nos sumergen en sendas traicioneras y peligrosas. El artista, como ser humano, tiene la oportunidad de convertir el estudio, los conocimientos, el saber, en obras que nos transporten mucho más allá de los meros datos. No ahorremos en esa búsqueda.
Desconozco completamente el funcionamiento de la IA, ni siquiera me atrae saber de ella aunque eso suponga en estos tiempos quedarme atrás. No sabría distinguir un texto creado por “esa inteligencia”. Pero sí sé de buscar entre libros y enciclopedias información para poder entregar un trabajo de clase. Leer páginas y páginas para sacar un pequeño extracto y con esos datos formar un texto que terminaba en conclusión personal. Conclusión personal, según nombro estas palabras me resuenan como algo perdido. Estamos rodeados de atajos que no enseñan el camino, de leer en tiempo récord y no saber qué has leído, de almacenar, ideas,imágenes, viajes y personas, de querer ser todo para quedar en nada.
Soy apenas una principiante de el pensamiento filosófico , algo que siento que está respondiendo a tantas preguntas que llevo una vida haciéndome, curiosa por naturaleza que nunca aceptó “ porque lo digo yo y punto” que tanto me repetía mi padre. Necesito entender, comprender y desmigar lo que me plantean…nunca compraré -escribir un libro en dos meses - aunque sea mi mayor deseo y a veces sienta que se me va el tiempo, porque me perdería lo más importante, aprender.
Se me fue de las manos el comentario!!! Jajajaja será que aunque no deseaba este aislamiento obligatorio que supone estar en un hospital también me está dando cosas buenas.
Estoy a años luz de debatir con datos, esto es un simple desahogo de los pensamientos que has despertado.
Sigo aprendiendo…equivocándome y volviendo a empezar.