… lo que podría ocurrir si arriesgara la escritura en favor de ese texto repleto de dogmas que restañan las heridas de ese lector hambriento que deambula haciendo scroll por redes y rincones y sitios en busca de la solución imaginada a su falta de conocimiento, abulia quizá malinterpretada, apatía de la ciénaga inmensa de todo lo posible e imaginable, que cree poder vadear gracias a los titulares sugerentes y a esas sentencias sucintas y afiladas como dagas, armas que le permitan abrir en canal el odre de una ignorancia nunca percibida, pero siempre atrevida, cuyo peso hace tiempo que se ha dejado de sentir y a la que solo contemplamos como restos de polvo que hay que barrer bajo esa alfombra con nuestra foto de perfil, reducto de vergüenzas, vanidades y envidias; de ese texto que garantiza sin promesas, que vende sin ofertas, que sentencia sin evidencias, pero que al tiempo embelesa cual mano de tahúr, repartiendo adjetivos, sofocando adverbios terminados en -mente, esparciendo encabezados que permitan navegar la vacuidad de un océano de adocenadas anécdotas una y mil veces expuestas en este virtual teatro común, espacio de inexistentes certidumbres, pero anegado de furiosas proclamas en forma de dictámenes apodícticos, de opiniones irrefutables, territorio de innúmeros maniquíes que lucen los mismos ropajes, pero cuyos dueños tratan de subastar como invenciones jamás soñadas, con los milenarios cantos de aquellas sirenas que intentaban, logrando las más de las ocasiones, hacer sucumbir la cordura de los navegantes, ayer marinos, hoy náufragos; de ese texto sordo, ciego, pero nunca mudo, que muestra sin describir, que adoctrina sin enseñar, pues su objetivo último es el de epatar a los caminantes que se acercan con las fruslerías del mercachifle, con sus pregones preñados de glorias, augurios y convicciones, que la cáfila siempre atiende y ante el cual muchos se detienen, asomando sus inquietos rostros al insondable pozo de esas tinieblas del saber, si bien iluminadas con el farol del ingenio y la trapaza, bien dispuestos los vendedores a glosar los éxitos que deparan sus excepcionalmente estructuradas líneas, divididas con un estudiado orden para provocar pasmo y admiración, aunque encerrando entre sus cuantiosos y brevísimos párrafos la mirada huera del taimado trujamán, disfrazada, eso sí, de irrefragable verdad; de ese texto claro, sin artificios, sin complejidad, sin aristas, que transmita con prístina agudeza las certezas anheladas, o tal vez no, para revestirse con el manto de una sabiduría perseguida con el denuedo imaginario de la fantasía, si bien contemplada con la desgana inmarcesible de la realidad, y así erigirse, a su vez, en nuevos depositarios de un saber tal vez atemporal, cósmico, apabullante, que se desgranará en fugaces lances textuales en esa arena glorificada de las redes, proporcionando infinitas victorias frente a las huestes ignaras que ni tan siquiera saben que no saben, carnaza para los nuevos conocimientos adquiridos en forma de máximas ramplonas y anécdotas ubicuas, de datos manidos y fechas trilladas, material de batalla que permita envolver a los desprevenidos contendientes en redes tan livianas como un retal de seda, pero teñido de los más bellos colores de la vanidad; de ese texto que renuncia a la duda, al resquemor, al dolor, que se aparta de lo discutible o lo desconocido para coquetear, con la amabilidad del amante que aúna artificiosas añagazas y asalta anhelantes admiradoras, con lo que sabe a ciencia cierta que provocará placer y contento, derramando sus esencias sobre el lector en forma de ramplones datos que pasen a formar parte del depreciado caudal de conocimientos que constantemente condenan al olvido en ese afán prospectador en pos de un saber que elude con persistencia a aquellos que se obstinan en probar todo atajo descubierto y que, como no puede ser de otro modo, se encontrarán desnortados en mitad del bosque de la información; un texto que todo lo puede, que todo lo conmueve, que todo lo convence, del cual se puede esperar lo infinito y que cambia vidas con su inabarcable sabiduría y visión, propias de aquellos que tienen en su mano los secretos de la escritura y que se dignan diseminar su simiente entre la masa de los que solo podemos vislumbrar una parte de ese poderío, pero hemos de conformarnos con nuestros textos desordenados y caóticos, inextricables y confusos, banales e insignificantes; por eso a veces me pregunto lo que podría ocurrir si arriesgara la escritura…
Discusión sobre este post
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Bravo, Emi 😂. A quien quiera entender, esto dice todo...
Umberto Eco estaría orgulloso :)
🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣 Me has hecho reír a carcajadas. La madre que te trajo. Casi me falta el aire, menos mal que has utilizado comas y punto y coma sino… 🤣🤣. A buen entendedor… pocas palabras bastan. 🤣