Contra la empatía, de Paul Bloom - Voces de la razón #3
El exceso de emoción puede nublar el juicio
Hace un par de días te hablaba sobre lo inefable, concepto que suscitó no pocos comentarios e interpretaciones en virtud de la idea que cada cual de nosotros tiene del término y de sus connotaciones. ¿Se puede expresar todo aquello que sentimos, que experimentamos? Puede que la pregunta no tenga una respuesta concreta, dadas —sobre todo, aunque no sea la única razón— las limitaciones del lenguaje con el que pretendemos comunicar esas pasiones, pero la elucubración al respecto muestra la miríada de interpretaciones que se pueden dar acerca del concepto.
Esto pone de relieve la dificultad que estriba en la definición de nociones tan aparentemente simples como esa. En principio, cabría esperar que el significado literal llenase todos los huecos epistemológicos y no dejase a lugar a discusiones, sesgos o análisis… pero no es así: existen términos que nos sitúan frente a ideas que, pese a resultar intuitivamente claras, presentan tal cantidad de facetas y aristas que, por más que nos empeñemos en estudiarlas, su clasificación se antoja casi imposible. Y ese, sin duda, es el caso de la empatía.
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